Sobre todo, que no sea una chapuza

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

17 mar 2018 . Actualizado a las 11:26 h.

La situación actual de nuestra Ciudad Vieja es más o menos la siguiente: un revoltijo de peatones con vehículos, producto de una primera fase de ¿peatonalización? que lleva tiempo en marcha; un conjunto de casas singulares, algunas con inigualables galerías, con un deterioro evidente a causa del abandono y de notables dificultades para rehabilitar; una población cada vez más envejecida por la imposibilidad económica de las nuevas generaciones para acceder a la vivienda, unos servicios deficientes que dejan a muchos de sus 3.600 residentes sin gas natural y que solo aportan fibra óptica al 20 % de los edificios, un maravilloso empedrado que se levanta en calles históricas que más parecen caminos de cabras, jardines centenarios sepultados por las pintadas y, en general, un patrimonio único en Galicia del que los visitantes no ven ni la mitad porque a veces permanece inexplicablemente oculto, sin señalizar.

La segunda fase de peatonalización de la Ciudad Vieja, que el Ayuntamiento se ha comprometido a impulsar en el primer semestre de este año, es la oportunidad de ganar para uso y disfrute de coruñeses y foráneos un espacio que jamás deberían haber perdido los peatones, porque es la esencia de la urbe. A técnicos y expertos corresponde definir ahora el grado de cerrazón al tráfico para que el revoltijo de vehículos y humanos se resuelva razonablemente en beneficio de estos últimos.

Pero esta segunda fase debería ser sobre todo la excusa, el trampolín para abordar una transformación más profunda del enclave que permita recuperar todo ese bien patrimonial y ponerlo en valor. Es imprescindible dotar la zona de los servicios y las infraestructuras necesarias para que vuelva a ser un lugar cómodo en el que residir, para que futuros vecinos den vida a los comercios y tiren con fuerza de innovadoras iniciativas que dinamicen el barrio, para que la ciudad pueda mostrar con orgullo a los visitantes toda la belleza, la historia y la magia que atesora.

Es esencial que A Coruña, incomprensiblemente la más rezagada de Galicia en peatonalización del casco antiguo, recupere la iniciativa perdida devolviendo a los transeúntes el mando de la Ciudad Alta. Pero no es suficiente. Hay que ir mucho más allá en los objetivos. Estamos ante una oportunidad que va a poner a prueba la capacidad de nuestros responsables políticos para gestionar el futuro de la urbe.

Sí, porque este es un proyecto que se puede acometer con amplitud de miras para sentar las bases de una transformación ambiciosa, o que se puede quedar solo en un parche para salvar el expediente del plazo cumplido, pero sin resolver los problemas de fondo. Será labor de los coruñeses velar, sobre todo, por que esto no se convierta en una chapuza.