Un águila en el centro de la ciudad

Antonio Sandoval Rey

A CORUÑA CIUDAD

antonio sandoval

Un águila calzada elige A Coruña como hogar para pasar el invierno

24 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Detenido en la mediana de la calle Ramón y Cajal, con la mirada perdida en el cielo, olvido por un momento el recado que me llevaba al Centro Comercial Cuatro Caminos. Decido dejar que el semáforo cambie a rojo. Lo que tengo sobre mí bien merece la pena. Mientras el tráfico reinicia su marcha en ambos sentidos, permanezco en esa postura tan poco razonable a ojos del resto de transeúntes. Tengo los prismáticos en la mochila, como casi siempre, pero calculo que en el tiempo que me llevaría sacarlos, el águila desaparecería de mi vista. Así que me conformo con disfrutar de ella sin aumento óptico alguno.

Se desliza sobre las azoteas contra la fresca brisa de nordeste, las alas en apariencia inmóviles, algo flexionadas, su extensión contenida con esa tensión muscular perfecta que permite a las planeadoras de su clase negociar con soltura cada una de las rachas que van encontrando. Desciende rumbo al muelle de Calvo Sotelo. A su alrededor, la alarma de gaviotas y palomas modela una suerte de pirotecnia emplumada y caótica que contribuye a resaltar la firmeza de su vuelo.

Las suyas están en África

La inmensa mayoría de las águilas calzadas están en estas fechas en África, al sur del Sáhara. Comienzan a regresar de allí a partir de marzo, y hasta mayo. Entonces se instalan en sus áreas de cría tradicionales en España y el sur de Francia hasta que, cumplidos sus deberes familiares, emprenden en septiembre su vuelta al sur.

¿Qué hace, entonces, un águila calzada pasando el invierno en A Coruña? Y además, con estos hábitos tan urbanos. Pues disfrutar de un hogar agradable con alimento suficiente. La cantidad de palomas que sobrevuelan sobre todo el puerto debe ser para ella algo así como un plato siempre servido y a su casi entera disposición. Tan solo debe compartirlas con los halcones peregrinos, y algún azor.

Hace casi dos décadas que uno o dos ejemplares de su especie deciden convertirse en coruñesas en esta época de frío, si bien han faltado, o no las he visto, algunos inviernos. Se han registrado ejemplares tanto de morfo claro como oscuro. Las primeras muestran las alas blancas y casi negras por debajo. Unas y otras, además, lucen en los hombros unos galones muy pálidos que recuerdan las luces de posición de una aeronave.

Esta que sigue sobre mí es de las oscuras. Alguna gaviota, de envergadura similar a ella, se le acerca para hacerle un ademán feo. Pero se aleja enseguida. Advierto cómo cambia de postura al acercarse a la vertical del acceso al muelle del Centenario, como si se preparase para cazar. Justo entonces me la oculta la mole de uno de los edificios de la calle. No importa. Ha sido suficiente. El semáforo cambia a verde. Regreso a mi recado, ahora caminando con un vigor nuevo. Es lo que tienen estos instantes de dicha naturalista en la ciudad, por muy breves que estos puedan ser.

Dónde observarla

Conviene situarse en un lugar despejado, sin edificios alrededor, para verla durante tiempo suficiente. Se ha observado en O Burgo, Meicende, Elviña...

Alboroto en el cielo

La mejor señal es un barullo sobresaltado de palomas y gaviotas. Busca entonces una silueta de alas anchas e inmóviles, y asegúrate que no es un busardo ratonero.