La interpretación de los terremotos

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

10 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Tal vez nuestro episodio sísmico más relevante haya sido el testimonio, hace ya unos decenios, de mi tío abuelo Enrique. Coruñés hasta la médula por esos horarios de murciélago tan del gusto de nuestros vecinos, tomaba de madrugada su segundo desayuno cuando le sobrecogió un temblor que hizo castañetear la loza y los cristales de las lámparas de su domicilio, en un primer piso. Con evidente contrariedad, miró hacia el techo muy enojado para sentenciar: «¡Ahí está el carajo del segundo, que llega borracho como todas las noches!».

Desde aquella precisa asociación de ideas, y exceptuando tal vez las peliagudas series sísmicas del triángulo Becerreá-Sarria-Triacastela que se dejaron sentir por estas latitudes en 1995 y 1997, prácticamente nada perturbó nuestro apacible desierto tectónico. Desde entonces, apenas tenues sacudidas quebrantan de vez en cuando el ánimo de nuestros paisanos, sin demasiada virulencia. Una de estas sacudidas (de magnitud 3) volvió a percibirse el miércoles, con epicentro en una aldeíña próxima a Mera: O Real.

Y una vez más, como hace decenios, las curiosas asociaciones que realizan quienes perciben el terremoto, incluso en el lugar del epicentro, dejan pocas dudas de lo leves que son los movimientos en la falla del golfo Ártabro. En O Real, Mar Rodríguez pensó que el fragor provenía de aviones volando bajo; Maximino, de los barrenos del puerto exterior de Ferrol, y el marido de Marta Viguera, de los martillos de las obras en su farmacia, mientras el propietario de la ferretería de Lorbé, al más puro estilo de mi tío abuelo, proclamó al oír el estruendo: «¡A ver si es que se ha estampado otro petrolero contra las rocas!».

Es curioso que muchos oleirenses percibiesen el fragor, pero apenas notaran la sacudida, como consta en el reportaje publicado ayer en este periódico por Elena Silveira y Fernando Molezún. Los temblores de tierra, aun discretos, no son raros en nuestra zona. En Pontedeume habrá quien recuerde todavía el del 20 de junio de 1936. El 10 de marzo de 1996 se registró otro de magnitud 3,7 en el mar, a 33 kilómetros de Coruña, y el 23 de abril del 2006, uno oceánico de magnitud 5, a 90 kilómetros de la ciudad, donde poco se notó.

El terremoto reciente más enérgico que se recuerda en el área coruñesa es el de Nochebuena de 1995, de 4,7 y con epicentro en el triángulo de Triacastela, que dañó seriamente una casa deshabitada y en ruinas de la calle Castiñeiras. El segundo piso se vino abajo y se llevó por delante un coche estacionado. Comparado con aquel seísmo, el de Oleiros es un aleteo, pero, con todo, no puedo dejar de pensar en las interpretaciones etílicas que habría hecho mi difunto e ingenioso pariente.