Peatonalización de la Ciudad Vieja: «A ver si este mes hay fumata blanca»

La Voz A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Pendientes de que el Concello presente el plan anunciado para este semestre, vecinos y trabajadores señalan prioridades

07 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La demanda histórica de la Ciudad Vieja, el último de los grandes centros antiguos de Galicia sin peatonalizar, tiene las semanas contadas, según el plan municipal anunciado para el primer semestre del año. El programa que eliminará definitivamente el tráfico del conjunto intramuros ha llegado a su fase final, se han cerrado acuerdos sobre los espacios donde se aparcarán los coches de los residentes y el avance de las conversaciones movió ayer al presidente de la asociación vecinal, Pedro Fernández Roque, a «apremiar al Ayuntamiento para que, tan pronto como esté listo, presente el plan a los ciudadanos para iniciar un proceso de participación con tiempo suficiente. A ver si este mes tenemos fumata blanca».

Tarifas reducidas en párking

El plan movilizará alrededor de 220 coches de residentes que aparcan dentro de las murallas. Quinientos lo hacen en garajes privados y otros 250 en las zonas exteriores como la Maestranza, la avenida del Metrosidero o el Oceanográfico. La asociación ya negoció con los aparcamientos subterráneos del Parrote, dique de abrigo y Maestranza precios reducidos para parte del parque móvil vecinal, que dispone de un sistema de tarjetas para estacionar dentro de la ciudad. Y los conductores que no opten por el párking aparcarán en superficie.

Adolfo López Cabrera, presidente de los comerciantes, que financian tiques de párking gratuitos de una hora para los clientes, no es partidario de hacer distingos. Defiende que, más allá de los acuerdos con los aparcamientos que se puedan firmar, a semejanza del de los trabajadores del Abente o del que podría beneficiar próximamente a los del Rectorado, el plan municipal debe habilitar alrededor del casco histórico áreas de ORA para residentes y de rotación para el resto.

Frecuencia del bus urbano

María Jesús Vázquez, propietaria de la farmacia de la calle Santo Domingo, paga impuestos en la Ciudad, pero no tiene tarjeta para aparcar. «En el Parrote, por dejar el coche hasta las diez de la noche, de lunes a viernes, me piden 160 euros», lamenta. «Y luego te encuentras aparcamientos vacíos, porque prefieren estar así a bajar los precios», apunta Juan Rúa, un vecino de Os Pelamios que se las ve y se las desea para encontrar plaza en su barrio porque está ocupado, dice, por los de la Ciudad. «Esto es como el barrio de Salamanca», advierte Macu Juanatey, que va a trabajar en el bus urbano y tarda «al Castrillón lo mismo que María Jesús en llegar a Carballo». Demanda más frecuencias en las líneas. A Raquel Rubio llegar a Monelos le ocupa 45 minutos. Trabaja en el Rectorado. Al final lleva el coche, «y a dar vueltas y vueltas a las siete y media de la mañana». Sugiere que se vuelvan a abrir los descampados municipales próximos a la Hípica. Macu Juanatey cierra con optimismo: «El plan no tiene por qué estar mal, pero tienen que crear las condiciones para que vaya bien. Aquí no hay un supermercado. No hay nada. Y alrededor tampoco. Estamos en el extremo de la ciudad».

Más de 70 vías cerradas al tráfico y ninguna quiere volver a su vida anterior

Existen 74 calles peatonales en la ciudad. Unas pocas son pasos de escaleras, como el que salva el desnivel entre las avenidas del Ejército y Oza, y el resto son rúas más o menos largas -de los 800 metros de la línea de la Marina y el Parrote a los 182 de Varela Silvari- que una detrás de otra formarían un paseo de más de 10 kilómetros de longitud. En el año 2000, en el penúltimo mandato del alcalde Francisco Vázquez, una iniciativa para crear un corredor peatonal que cruzaría la ciudad desde Monte Alto hasta Os Castros planeaba el cierre al tráfico de la calle de la Torre, Panadeiras y, por supuesto, la Ciudad Vieja. Desde entonces se liberaron de humos un buen número de vías, pero el barrio primigenio nunca dejó de ver pasar coches, con mayor o menor intensidad. Ni siquiera durante el mandato de Javier Losada, cuando el Ayuntamiento culminó el único plan de peatonalización acordado con vecinos, comerciantes e instituciones que se conoce, según recordaron ayer vecinos del barrio.

Pescadería

El istmo pierde comercio. Más allá del tirón hostelero de las calles Estrella, Olmos, Galera y aledaños -plazas de Comerlana y Sellier, incluidas-, las zonas peatonales de la Pescadería -Real, Riego de Agua, San Agustín y Franja, entre otras- acusan el desplazamiento de la actividad comercial a la plaza de Lugo y el cierre al tráfico de la Marina y el Parrote, que salvo festivos disuade de acudir al centro.

  

Calle Barcelona

Aliviar un barrio. La calle Barcelona no ha conseguido recuperar la pujanza de los años 90 cuando la peatonalización que se había empezado a tramitar en 1989 fraguó en un barrio de aluvión -el más denso de la ciudad- volcado en una calle que también se convirtió en un símbolo. Hoy adolece de falta de limpieza y mantenimiento, pero con todo y eso, la arteria del Agra mantiene su vitalidad comercial e identitaria.

Ángel Senra - Os Mallos

«Más humanizados». Ninguna calle peatonalizada quiere volver a recibir coches. De hecho, cuando se cuela alguno -en Os Mallos no hay bolardos- el trastorno ahora es mayor. «Ahora hay vida. Gente paseando, cafeterías con terrazas, niños jugando... Yo creo que el barrio ha mejorado sensiblemente y está mucho más humanizado», afirma Aída Antón, de la asociación de vecinos.

  

Gaiteira

El pequeño comercio. La asociación de vecinos de la Gaiteira está tan convencida de las virtudes de las calles sin coches que reclama desviar los vehículos pesados de la avenida de Oza hacia la avenida del Ejército y dejar la vía interior para autobuses y coches. Y aún así con restricciones. «Al principio la gente se opone y, sobre todo, el pequeño comercio, que es el más beneficiado. Pero luego se ve. La peatonalización favorece a la hostelería, al comercio y a los vecinos».