Los jueces de las cabalgatas de Reyes

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS

A CORUÑA CIUDAD

CAMIÓN DE BOMBEROS EN LA CABALGATA DE REYES
CAMIÓN DE BOMBEROS EN LA CABALGATA DE REYES EDUARDO PEREZ

05 ene 2018 . Actualizado a las 10:59 h.

Los concejales del área en la que se encuadra (sea Fiestas, sea Cultura) suelen quedarse perplejos cuando debutan en días como hoy. De repente, termina la cabalgata de Reyes y parece que la ciudad se divide en dos grandes bloques: a los que les agradó la marcha real y a los que les disgustó totalmente. El segundo grupo generalmente suele ser más grande y más vehemente. Ya se sabe que rajar suele ser una actividad más placentera que piropear. Y en las cabalgatas se raja, pero mucho.

Varios años de reportero de calle en estos eventos me han curado de espantos. «Oye, chico, ¿eres de la prensa? ¡Pues pon ahí que en Cuatro Caminos no vemos a los Reyes!». «Eh, chaval, mañana poned en el periódico que las carrozas han sido muy sosas». «¡Que le quede claro al alcalde que esto nos parece una estafa!». Tanto da quien mande: el malestar de los padres que han estado horas con sus pequeños guardando sitio sin que la cosa respondiera a lo esperado siempre se queda patente. La cabalgata de Reyes es como el Noroeste o la batalla naval, una de esas cosas en las que el coruñés medio tiene una opinión contundente al respecto.

Si no van a los barrios la gente se queja porque «solo se hacen para los del centro». Si se desplazan a lugares como Monte Alto o el Castrillón, la gente se molesta porque «no es normal que toda la ciudad tenga que ir a un barrio cuando el centro le queda bien a todo el mundo». Luego está la espectacularidad de la ruta. ¿Algún año han sido bonitas las carrozas? Lo digo porque lo normal es quejarse de ellas. Un año, en el 2013, el Ayuntamiento metió una carroza que era un gran barco pirata (tan grande que incluso hubo que serrarle el mástil para que no chocase con los semáforos de la Marina) con músicos tocando un directo. Tampoco gustó. La gente decía que era excesiva, que parecía de un desfile ibicenco o algo así.

Luego está el tema caramelos. A veces la previsión ha quedado corta y supuestamente no se echaban con la abundancia deseada. Otras veces, los dulces son lanzados por algún angelito de la caravana como un proyectil. Y, bueno, siempre está por ahí el abuelo que pone un paraguas en sentido inverso quedándose sin atisbo de vergüenza con varios kilos de dulces.

Al final, todos los que tienen niño acuden a este acto. Como jueces de Operación triunfo muchos emiten veredictos, dicen lo que habría que cambiar y lo que no, y despellejan a la organización. No se dan cuenta de que, al final, los niños siempre flipan con lo más sencillo de todo. ¿A qué me refiero? Pues al camión de bomberos, que con unas luces y a bocinazo limpio siempre logra los mayores aplausos, los mayores gritos y las mayores simpatías. Aprendan de los críos. Y disfruten.