«Pese a todo, la gente de Senegal sonríe mucho, más que la de aquí»

R. Domínguez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

Este joven coruñés ha dedicado sus vacaciones de los últimos cuatro años al voluntariado sanitario en África

23 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay un trozo de Coruña en África es un lema al que ponen rostro personas como Ignacio Martínez Varela (A Coruña, 1987). Ahora, trabaja en el Hula, el hospital lucense, pero se hizo médico intensivista en el Chuac, donde escuchó por primera vez hablar de la experiencia de cruzar a África con Ecodesarrollo Gaia. «Llegué a casa diciendo: ‘Mamá, este año me voy a Senegal’». Eso fue en el 2012 y, desde entonces, junta días libres, cambia turnos, pide permisos sin sueldo, y hace ingeniería vacacional para no faltar a su cita con el pueblo de pescadores de Yoff, muy cerca de Dakar y muy lejos del mundo cotidiano a este lado de la denominada civilización.

El 11 de noviembre, volará por cuarta vez a la Escuela Coruña, que así se llama la pica que la oenegé ha plantado en «otro mundo». Porque «sabía de las diferencias con Europa, lo ves en la tele, lees, pero una vez allí te das cuenta de que son enormes», dice. Aún así, por encima de la injusticia no elegida de nacer al otro lado del llamado desarrollo, lo que «más me llamó la atención -cuenta Nacho- es que pese a las dificultades para conseguir comida, para estudiar, a no tener luz... pese a todo, la gente de Senegal tiene mucha energía, muchas ganas de vivir, y desprende felicidad: sonríe mucho, más que la de aquí. Paradójico, ¿no?».

Algo de ese capital se le ha contagiado. No deja de sonreír mientras recuerda anécdotas y cuenta cómo montan en la escuela un «centro de salud de campaña» para atender a los pacientes. Pronto se va corriendo la voz -«los senegaleses de A Coruña avisan a sus familias de cuándo vamos a llegar» - y las colas van creciendo. «Si llegan cosas graves, tenemos que mandarlos al hospital, pero solo por dar los datos ya les cobran», relata. Por eso tratan de ir cargados de medicinas, donadas pero también compradas por ellos mismos, y han ideado un cartón con un sol, una nube y una luna para facilitar el seguimiento de los tratamientos. «Hay gente que jamás se había tomado una pastilla», explica.

Algunos, llegan como pueden cubriendo distancias, que sin medios son más largas, de hasta 200 kilómetros. Como la que ahora es «mi mamá de Senegal», apunta Nacho, una vendedora de la isla de Ngor, a 80 kilómetros, que no solo llevó a la consulta a sus compañeras en la venta de abalorios, sino a su hijo. «Tenía malaria -explica el doctor- lo curamos y el agradecimiento... bueno». Similar al del joven que pudo volver a jugar al fútbol tras meses encamado con una inflamación de rodilla. Y al de tantos más.

Reacciones espontáneas de quien valora lo que, a menudo, nunca pensó en tener, le han permitido vivir, por ejemplo, el episodio de una señora que, en wolof, comenzó a llamar a sus vecinos señalándose la cabeza. Trataba de hacer comprender cuánto le había dolido, durante meses, hasta dar con sus sanadores,

Nacho no se atreve demasiado a contarlo, pero no es la primera vez que, en las noches de paseo por el pueblo, escuchan a su paso una singular melodía de aplausos saliendo de los balcones.

El proyecto Coruña Cura de Gaia ha llevado atención médica a más de 16.000 personas

En el 2005, trece años después de su nacimiento y cuando ya contaba con la Escuela Coruña en Yoff-Tonghor, un refugio de oportunidades para 130 niños y chicas adolescentes en el suburbio de pescadores, la oenegé coruñesa Ecodesarrollo Gaia decidió dar un paso más para tratar de paliar la situación de una población que no tiene acceso a la sanidad si no es previo pago. Así nació el proyecto Coruña Cura, mediante el cual todos los años se desplaza a Senegal un equipo sanitario para prestar asistencia médica y farmacológica gratuita.

Quienes se deciden a hacerlo no solo se pagan sus billetes y el coste de la estancia, sino que dedican jornadas maratonianas de trabajo a atender a pacientes que, en ocasiones, nunca antes habían visto delante a un médico. Van ya 59 voluntarios (el 80 % mujeres) participantes en las expediciones, a las que este año se ha sumado una más de asistencia odontológica. Ellos han acercado la sanidad a 16.000 personas.