Trasladan a Galicia al parricida de Labañou para un examen psiquiátrico

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MIGUEZ

La defensa del procesado espera que el informe forense demuestre su inimputabilidad

15 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Marcos Javier Mirás Montánez, el hombre de 42 años y vecino de Labañou que el pasado 7 de mayo, en el Día de la Madre, mató a su hijo de un golpe en la cabeza en un monte de Oza-Cesuras, está de vuelta en el centro penitenciario de Teixeiro para ser sometido a un examen psiquiátrico. El supuesto parricida había sido trasladado en junio a la cárcel de Mansilla de las Mulas (León) para garantizar su seguridad. Las semanas que estuvo en la prisión gallega fueron un auténtico calvario para él ante las constantes amenazas de muerte del resto de los reclusos. Era tal el acoso en el módulo de enfermería, que se negó a salir de su celda pese a que le ponían el patio a su disposición, sin más presos. Estaba en una celda individual separada por un grueso cristal de otra desde la que era vigilado por un interno de confianza para evitar que se autolesionase. Ni con esas estaba seguro. Y lo alejaron, enviándolo a una cárcel en la que nadie lo conoce y no saben por qué está ahí.

A Marcos Javier ya se le hizo un primer examen médico y, según su abogado, el penalista coruñés Ignacio Espinosa, en él ya queda constatado que su cliente no era dueño de sus actos el pasado 7 de mayo, cuando tenía a su hijo Javier de 11 años a su cargo y lo llevó a un monte de Oza-Cesuras para darle muerte de un golpe en la cabeza con una pala.

Según aquel estudio, el hombre padece: «Trastorno adaptativo, de la personalidad, ansioso-depresivo, psicótico; ideación de la realidad, esquizotípico, apatía y extrema vulnerabilidad». Con todo eso encima, se suma, según Ignacio Espinosa, que los dos meses anteriores a los hechos no se medicaba. Cuando debía tomar diariamente ansiolíticos, antipsicóticos y antidepresivos. Eso, según el abogado de la defensa, explica que «ese día no era consciente de lo que estaba haciendo víctima de un brote que le anulaba cualquier capacidad de raciocinio». Ahora, su letrado espera que un nuevo y más extenso examen psiquiátrico demuestre su inimputabilidad. Dicho de otra manera, que no se le pueda juzgar debido a sus importantes problemas mentales.

Las acusaciones, tanto la particular como la pública, recuerdan a la defensa que esas supuestas taras «no le afectan a la capacidad de comprender el alcance de sus actos, si bien puede existir un estímulo de suficiente entidad que le puede limitar el obrar o hacer».

«No recuerdo nada, pero por lo que me dicen, debí de haberlo hecho yo»

Con la única persona que habló hasta el momento el encarcelado fue con su abogado. Para decirle que no recuerda nada con nitidez, que su memoria guarda imágenes que le hacen suponer que fue él quien mató a su hijo. «Me viene a la cabeza verlo en el suelo ensangrentado; así que debí haber sido yo quien lo mató», le confesó a su abogado. Marcos Javier Mirás sostiene que el mismo día que tenía que devolver el crío a su madre tenía pensado ir con él a comer fuera, «pero de pronto me vi en la carretera camino de Oza», confesó. Ahí comenzaron sus lagunas.