A Coruña despide al fotógrafo de los adioses

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

César Quian

Numerosas personas asistieron en San Amaro al sepelio de Alberto Martí Villardefrancos

02 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue su último paseo por la ciudad, desde la Avenida del Pasaje hasta el cementerio de San Amaro. Era domingo y Alberto Martí Villardefrancos era de misa dominical. Ayer estuvo, de cuerpo presente, en la que se ofició por su alma en el tanatorio (Hoy habrá otra en la parroquia de la Divina Pastora, en los capuchinos, a las 20.30 horas). Cualquier otro domingo lo siguiente habría sido irse a la Cocina Económica, llegar allí sorteando incluso los cortes de tráfico de una de las competiciones dominicales que se celebran en la ciudad. Lo recordaban, en la entrada del cementerio de San Amaro, responsables de la institución benéfica. Allí estaban familiares, amigos, políticos, empresarios, representantes de la mayoría de las instituciones de la ciudad y hasta usuarios de la Cocina Económica: «No lloro; solo me emociono», decía uno de ellos, mientras las lágrimas desbordaban sus ojos, evocando al fotógrafo fallecido el pasado viernes a los 95 años de edad.

La comitiva salió de Servisa, un promontorio sobre la bahía desde donde Alberto habría recordado sus fotos de la playa de Santa Cristina cuando no tenía edificios. En el recorrido evocaría los desaparecidos depósitos de la Campsa y los muelles del puerto donde captó en su cámara miles de adioses de quienes embarcaban para el otro lado del océano («Os seus traballos sobre a emigración son únicos», decía ayer en estas páginas el fotoperiodista Xosé Castro). Y quizá miraría a lo alto del Banco Pastor, donde tenía una de sus fotos preferidas. Y llegó a San Amaro.

«¿Estas flores quien las lleva?», preguntaba el personal de la funeraria mientras iban saliendo numerosos ramos del interior del vehículo. Poco a poco, se fue formando una larga fila de gente que acompañó el féretro hasta la zona del cementerio conocida como la tercera ampliación.

Por azar, o porque así debía ser, su nicho es el más alto. Y es que Alberto Martí contaba como se encaramaba para hacer las mejores fotos. En los nichos de al lado hay números -el suyo es el 1532- como esos que él iba poniendo en las cajas en las que guardó los miles de negativos que son una gran parte de la memoria de la ciudad. Ayer, el fotógrafo de los adioses, dijo adiós.