San Andrés, la calle por la que llegó la modernidad languidece sin vecinos

Montse CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

La ruina de los edificios y fallos de movilidad y alumbrado frustran la recuperación de la vía, pese a la apertura de comercios con carácter

30 oct 2019 . Actualizado a las 12:11 h.

Por San Andrés entró la modernidad en A Coruña hace más de dos siglos. A finales del XVIII tuvo el primer paseo arbolado de la ciudad, poblado con 300 moreras de Valdeorras, y hace 75 años acogió el primer edificio racionalista, proyectado por Pedro Mariño y Santiago Rey Pedreira en la esquina con la calle Huertas. Sigue allí, en el número 151, más moderno que nunca. A su altura la calle todavía aparenta la pujanza que la convirtió en la primera vía de la Pescadería, junto con la Real. Solo hay un bajo vacío y un edificio cubierto con lonas. Cuántos del resto están habitados explica el declive.

«Las casas se están cayendo, no hay vecinos». Francisco Borreguero es arquitecto y hace dos años abrió un negocio de comida para llevar en el trecho más degradado, entre Santa Catalina y la iglesia castrense. Enfrente ve el edificio de Telefónica desierto desde hace décadas y el solar de Mantelería tomado por las ratas. Comparte medianera con un edificio arruinado y apuntalado hasta lo imposible en el callejón que enlaza San Andrés con la plaza Vista y el Orzán. «Esta calle está completamente abandonada. Hay problemas de limpieza y de alumbrado (al parecer, pretenden que la iluminemos dejando los escaparates encendidos por la noche), hay problemas de movilidad, no existe un solo paso de peatones, todos son semáforos, no existe carril bici... y la policía vigilando para que no aparquen los coches. Bueno, pues así estamos. No creo que nos corresponda a nosotros revitalizar la zona», razona Borreguero, que señala las aceras casi inexistentes de la rúa Alta y las soluciones de peatonalización, «que bien claras se ven, no hace falta ser un experto».

Humedades, alquileres

A pocos metros de su negocio, Lydia González coincide en el diagnóstico. También es arquitecta y nueva en la calle. Hace año y medio abrió una tienda que ya registra humedades de su propio edificio y los colindantes. «Es normal que la gente se lo piense antes de alquilar un bajo aquí. Los edificios se caen a cachos y, sin embargo, hay quien pide 2.500 euros al mes. La solución no es fácil, desde el Ayuntamiento tampoco se atiende. Los turistas preguntan extrañados si esto es el centro. Luego sales y no hay un alma, pero cruzas y el Obelisco está abarrotado», relata la mujer, que celebra no haber sufrido ningún problema de seguridad. Hace un par de semanas, una alerta por robo corrió entre los comerciantes. La dependienta de una tienda de ropa lo confirma: «Salí de la trastienda y vi al ladrón huyendo con la caja en la mano». En la otra punta de la calle, en torno a la iglesia, aparecen quinquis y cartones para dormir. Con todo, una comerciante defiende con orgullo la calle: «Somos la alternativa a Inditex».