Hoy quiero hablarles de un nuevo coruñés. Se llama Tiago, ha pesado 4.400 gramos, y acaba de venir al mundo en esta ciudad donde entre todos estoy segura de que le haremos la vida feliz. Él aún apenas abre los ojos y no se puede imaginar todo lo que tiene alrededor, no sabe que probablemente verá jugar al Dépor, que se bañará en Riazor, ni que correrá por el paseo marítimo ni que pronto echará a andar por nuestras calles. Tiago tampoco sabe que es un coruñés de sangre caribeña, y que su combo dominicano lo hará bailar al mismo tiempo con la alegría del país en el que nacieron sus padres y sus abuelos, pero con toda la fuerza de nuestro son coruñés. Qué combo tan bueno el suyo, coruñodomincano. Y qué suerte la nuestra de poder ver que Coruña gracias a niños como él ya crece a otro ritmo.
Si hace unos años, solo unos pocos, me hubieran mandado describir al coruñés medio, seguramente me hubiera imaginado a un tipo delgado, de bigote, o a uno calvo y bien plantado, tal vez a otro un poco más moreno, bajito y un poco musculado. Lo sé, me puede el modelo solanero. ¿Y a ellas? ¿Cómo las hubiera descrito? Probablemente las hubiera visualizado con ese punto riquiño, con un poco de melena, una estatura media y un look arreglado (sin pasarse), con la impuesta naturalidad del paseo por el Cantón. Claro que ese modelo de coruñés responde a un canon que se ha esfumado, que ya no existe. Como no existe la rareza de los que crecimos en unos años en los que era imposible encontrarse en clase con un niño que tuviese otro color de piel o unos rasgos «diferentes» a la mayoría. Qué anormalidad aquella. Qué extrañeza.
Hoy, en cambio, la coruñesa más coruñesa de mi casa tiene el pelo rizado, los ojos negros, su tez es oscura y su origen lo marca el mapa en Dire Dawa, al este de Etiopía. Y no puedo imaginarme a otra coruñesa con más sentimiento hacia su ciudad que ella. No hay una coruñesa más pro. Como una de sus mejores amigas, que tiene el orgullo de haber nacido en China. Ellas ahora tienen en su clase a todo el planeta. En su curso hay compañeros que han llegado del otro extremo del mundo, ese mundo que también mueve Inditex y que se centrifuga en Coruña, pero también niños con el destino marcado por otra motivación. El de buscar una vida nueva, un sitio mejor para crecer. Compañeros que han nacido en Bermudas, en Chile, en Colombia, en Rumanía...
Son los nuevos coruñeses -como Tiago- que en poco tiempo han conseguido convertir esta pequeña esquina en una melting pot mucho más atractiva. Si cierro los ojos me la puedo imaginar dentro de veinte años, moviéndose intensa ¡y a qué ritmo!; claro que para entonces quizá yo ya sea abuela de un coruñés-etíope, un CTV de libro, morenazo y altísimo, de los que pasean de siempre por el Cantón.