Llegar al siglo de vida merece una fiesta y ya es coincidencia que ayer en A Coruña dos mujeres lo celebraran como merece la ocasión, y las dos separadas por apenas un par de calles. Sucedió en Matogrande, donde hubo doblete de cumpleaños centenarios. Por la mañana, en la residencia Concepción Arenal la homenajeada fue Enriqueta Alicia Vázquez Rodríguez. Nacida en Loureda (Arteixo) en 1917, fue la mayor de seis hermanos y de joven se trasladó a A Coruña, donde nacieron sus dos hijas y puso en marcha varios negocios. Desde este año vive en la residencia de la calle Sebastián Martínez Risco, donde ayer su familia y el personal del centro la arropó para festejar tan redondo aniversario.
Mientras Enriqueta celebraba sus 100 años, muy cerca, en la calle Federico García, Luisa Soto Díaz confesaba estar nerviosa por la fiesta que le estaban preparando en la residencia SARquavitae de Matogrande. En su caso, la tarta llegó por la tarde y le acompañaron, por supuesto, el personal de la residencia y su sobrina Mari Carmen, a quien considera una hija. Fue momento para repasar recuerdos de una vida que encierra toda una historia de amor, avatares, viajes y reencuentros. Luisa nació en Magallanes, en Chile, pero a los dos años sus padres la trajeron a vivir a Ferrol con sus abuelos paternos, donde residió durante treinta años. En su juventud, se enamoró de José, pero la guerra los separó. Luisa regresó entonces a su Chile natal, donde conoció a su primer marido. Cuando falleció este, se trasladó a vivir a París. En la ciudad del amor, más de cuatro décadas después de aquella dolorosa despedida, volvió a dar con su primer y gran amor. No tuvieron hijos, pero sí una vida tranquila y feliz que truncó el fallecimiento de su compañero. Fue tras la muerte de su marido cuando esta centenaria de memoria despejada decidió regresar a A Coruña con su sobrina. Hace poco más de un año, por decisión propia, Luisa ingresó en la residencia de Matogrande. Cuenta el personal del centro que pasa los días plácidamente, contando historias sobre su perro Navarro, sobre su juego favorito de cartas chileno y sobre cómo José cocinaba para ella pisto con huevos fritos. Cien años con mucha vida.