¿Cómo veranea un coruñés?

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

13 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

A la pregunta del titular hay que ponerle una respuesta real. Y la realidad a mí me dice que un coruñés veranea con la palabra Sanxenxo en la boca... o en el móvil. De hecho, si miran en su teléfono -sí, sí, en el suyo- a ver cuántos no tienen en su historial de Google «tiempo en Sanxenxo» o cuántos no tienen ya directamente -es mi caso- el tiempo en Sanxenxo. Porque nos imaginamos siempre en el sur. Ya nos hemos hecho a esta locura de vivir sin verano, de veranear sufriendo, de mirar ocho veces por la ventana antes de salir, de ir con chaqueta a la playa. Así que un coruñés o una coruñesa en verdad vive julio, agosto y septiembre con ese deseo de cruzar Padrón y ver otro horizonte. Y mientras tanto, es capaz de sobreponerse al nubarrón con todas las licencias poéticas que da la ilusión. Por eso cerramos los ojos si sale quince minutos el sol y nos estiramos en las terrazas de la Marina como si no hubiera un mañana, aunque el verano dure solo ese rayito.

Un coruñés veranea con una bolsa en el coche, con sus chanclas, su toalla y su bañador, por si acaso, solo por si acaso en un momento del día cambia de repente el aire y se pone a favor de darse un chapuzón donde sea. Una coruñesa es capaz de llevar el bikini por debajo -exagero, pero solo un poco- antes de perderse la ocasión de desnudarse en un rincón playero. Por eso de siempre en esta ciudad uno se iba a trabajar con la mochila playera a cuestas, por si en un pispás se daba la ocasión de cruzar media hora al mediodía a Riazor.

El verano aquí va así, de quince en quince minutos, de sorpresa en sorpresa, de susto en susto, de ahí que tengamos esa ansia que nos lleva a montarnos en coche un domingo dispuestos a hacernos doscientos kilómetros buscando el sol con la app del móvil. No creo que haya más gallegos que entren en la página de MeteoGalicia que nosotros, mirando concello por concello, playa por playa para saber dónde se estará bien. Cualquier esfuerzo es poco si el lunes al llegar a trabajar de repente te ven con el moreno subido y te sueltan ese clásico de «¿y tú dónde estuviste?». «¿Y dónde estuviste tú?», dan ganas de responder cuando ves que también el que te pregunta está felizmente tostado.

 Ese estrés atmosférico, que sufrimos amargamente a veces, es el mismo que nos moviliza cada fin de semana a desplegarnos con todos los bártulos en cualquier arenal del sur: de Cangas a Portonovo; de Ribeira a Baiona... y si no hace bueno allí seguimos bajando a Portugal. A eso nos dedicamos los coruñeses, que somos los que terminamos cenando en el chiringuito y volviendo a casa a las doce de la noche del domingo encantados de haber vivido un auténtico día de playa. Esa y no otra es la explicación de que al final del verano de tanto mirar al cielo todos nosotros estemos negros.