Los que no tienen un hogar en el que vivir

Eduardo Eiroa Millares
E. EIroa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

marcos míguez

Alertan de que casi treinta personas viven en la vía pública, una cifra que crecerá en verano

03 jul 2017 . Actualizado a las 20:02 h.

Aunque los indicadores económicos dicen que la crisis va pasando, la experiencia social de quienes se ocupan de los que nada tienen apunta hacia lo contrario. Siguen siendo demasiadas las personas sin recursos, aquellas que no tienen hogar y para las que la calle -portales y cajeros- se ha convertido en su vivienda.

En A Coruña el número de personas sin techo se mantiene en torno a 30, una cifra que suele descender algo en invierno y subir en verano, cuando el clima pone las cosas más fáciles. El censo de quienes viven en la calle lo confirman tanto la Cruz Roja como el Ayuntamiento.

Desde la oenegé indican, además, que esa cifra se limita a quienes pernoctan al raso. Si se le suma la de aquellos que carecen de vivienda pero duermen en alguno de los lugares de acogida que hay en la ciudad, el cómputo se acerca al centenar. El número de personas atendidas durante el 2016 por la Cruz Roja en su programa de ayuda a los sintecho fue del 123.

Destacan también desde la entidad que los números suben todavía más si se añade a los que habitan en infraviviendas. En el último censo municipal realizado dentro del plan para la erradicación del chabolismo figuran 499 habitantes en los tres asentamientos que hay en A Coruña, los de A Pasaxe, O Portiño y As Rañas. Habría que restar alguno tras el realojo de varias familias de A Pasaxe.

Los sintecho se han convertido, por desgracia, en una imagen habitual en la ciudad. Sí hay recursos para atenderlos, pero en ese colectivo se mezclan a veces distintas problemáticas -alcoholismo, enfermedades mentales- que dificultan que quienes duermen al raso quieran trasladarse voluntariamente a un centro de acogida. Nadie, además, puede obligarles a ello.

En el centro

Según la Cruz Roja, la mayor parte se concentran en las calles del centro, y citan calle Real, plaza de Pontevedra y plaza de Lugo. También es habitual encontrarlos en Cuatro Caminos, según los datos facilitados por Cristina González, técnica del programa de atención a personas sin hogar de la oenegé.

Cada semana, indican, se hacen dos rutas completas para atenderlos a todos, dentro de un plan coordinado con los Servicios Sociales del Ayuntamiento. La Cruz Roja hace además rutas exclusivamente con su personal, como también las hace cada viernes desde hace siete años el colectivo Boanoite, cuenta su presidenta, Sara Alvar, que además de chocolate, sopa y bocadillos, ofrecen conversación y apoyo.

Incrementos anuales

En la asociación Padre Rubinos conocen bien la problemática de los sintecho. El año próximo, la entidad celebrará su centenario. En sus actuales instalaciones de la ronda de Outeiro, Padre Rubinos atiende a diario a más de un centenar de personas en sus distintos servicios.

«Hace unos días el albergue estaba colapsado, no había más camas», cuenta Eduardo Aceña, presidente de la organización. Eso significa que había durmiendo allí 80 personas, 25 de ellas en los sillones de la sala abierta a quien por allí se acerca, y el resto, en los apartamentos. Hoy sí hay sitio si alguien necesita un techo, dice Aceña.

En la sede se sirven aproximadamente cien desayunos, 130 comidas y 150 cenas, y además se ofrecen talleres y actividades de formación para fomentar la integración laboral de quienes se han quedado sin recursos. La propia entidad emplea a algunos de quienes fueron sus usuarios, como los diez que trabajan en la recuperación de ropa -hay 104 contenedores repartidos por A Coruña- o los que atienden en las cocinas o en otros servicios.

La pobreza no va a menos, sino que los usuarios aumentan, constata Eduardo Aceña, quien concreta que el crecimiento se sitúa entre el 5 y el 10 % anual. El año pasado la asociación destinó 60.000 euros a pagar alquileres, recibos y ayudas médicas a muchos vecinos. Numerosos sintecho, con todo, son reacios a entrar en entidades como Padre Rubinos que, lógicamente, imponen unas normas para que la convivencia en el centro sea posible. Para quien no quiere saber nada de normas está la sala con 25 sillones en las que cualquiera puede pernoctar.

Esa oferta creció últimamente con la incorporación de servicios del centro municipal de baja exigencia, de Monte Alto. Allí, también con sillones a los que puede acceder cualquiera, se atiende a una media de 14 personas, indican desde el Ayuntamiento.

Está pendiente de resolver una iniciativa que facilitaría mucho las cosas a ese colectivo: la construcción de las viviendas independientes de Mi Casita, promovidas por el Hogar de Sor Eusebia.

Hubo un intento de ubicarlas en Eirís, pero la oposición vecinal frustró finalmente la iniciativa, pensada para lograr que quienes eligen portales y cajeros puedan trasladarse a una pequeña vivienda sin que nadie les imponga condiciones.