«Este tramo vou ter que asfaltalo eu»

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

03 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los conductores coruñeses sufrimos al volante el calvario del escabroso asfalto de las calles. Nos desesperamos cuando hundimos las ruedas en baches que parecen cráteres, cuando clavamos el freno frente a pasos de cebra que no ven la pintura desde tiempos de Picasso (etapa coruñesa) o cuando intentamos esquivar tapas de registro hundidas que convierten la calzada en un campo minado. Pero hay coruñeses que, tal vez por su elevada dependencia del vehículo, han llevado este sufrimiento más allá de lo tolerable. Porque ¿qué motor, si no el de la desesperación, puede empujar a un ciudadano a elaborar un cartel de protesta acerca del maltrecho pavimento y hundirlo con una estaca en el césped anexo a la desestructurada vía por la que con seguridad se ve obligado a transitar a diario? El caso es real, fue revelado esta semana por Radio Voz y deja una pregunta en el aire: ¿cuántos sueños de apisonadora y alquitrán habrá soportado ese hombre antes de decidirse a actuar?

El cartel en cuestión fue colocado por este partisano del socavón en uno de los accesos a Alfonso Molina, en sentido salida de la ciudad. En concreto, en el pequeño vial que se toma saliendo de Matogrande hacia la Grela y que baja en curva cerrada hasta Lavedra. El texto dice así: «Este tramo vou ter que asfaltalo eu», frase de la que parecen deducirse tentativas previas tan angustiadas como ineficaces ante las autoridades competentes.

En efecto, el firme en este punto se cae a pedazos, ¿pero qué nivel de desesperación es necesario alcanzar para cruzar el límite del sosiego y salir a clavar una pancarta junto a la avenida? Imagino a este ciudadano como al Paul Hackett (Griffin Dunne) de Jo, ¡qué noche!, superado por acontecimientos que lo van cargando hasta un punto sin retorno en el que él mismo enciende la mecha.

Es verdad que este cartel supone en cierto modo una rendición, un canto del cisne algo lánguido del Paul Hackett coruñés, pero es también un alarido urbano, un grito de rabia. De hecho, ahora veo baches en la calle, pienso en el letrero... ¡y me hierve la sangre! Aunque hay que reconocer que es un grito obediente, porque, en el fondo, este coruñés indignado no ha hecho más que poner en práctica una de las ideas que el gobierno local esbozaba en su proyecto para Alfonso Molina: el empleo de cartelería por parte de los ciudadanos para propalar sus mensajes mediante eslóganes, colgados preferentemente de pasarelas para peatones.

Pero lo más interesante del cartel es, sin duda, que rebosa sentido del humor, que para un conductor cabreado es la mejor manera de sobrellevar el estado actual de las calles de la ciudad, que, la verdad, es para llorar.