La ciudad que se desvive por el turista

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

09 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los turistas, esos señores que Milena Busquets ve subir las Ramblas con su carrito con ruedas, ataviados con un gorro mexicano y una camiseta de Messi, como esperando encontrarse con el 10 en la parada de Metro del Liceo para que les firme la elástica, afean un poco las calles, con sus piernas pálidas y sus brillantes ortodoncias pagadas en cómodos plazos en Cincinnati. No son precisamente George Clooney pidiendo un Nespresso en una azotea de Roma y no quedan tan bien en las fotos, pero traen divisas frescas y los ayuntamientos se los disputan sin sonrojo, a ver quién suma más dólares y más gorros mexicanos en su plaza mayor.

En la caza y captura del turista gastador, hay que reconocerlo, A Coruña es pionera y vanguardista. Porque los cruceristas ya se saben de memoria el circuito de la torre de Hércules, el jardín de San Carlos y las terrazas de María Pita, así que nuestros líderes, siempre atentos al I+D+i, han puesto sobre el tablero nuevos cebos para guiris incautos. A Coruña lo ha dado todo en las últimas semanas para cautivar al foráneo con billetera abultada. En Semana Santa, por ejemplo, vi con mis propios ojos un intenso debate entre turistas ibéricos apostados en la escalera que, pegada a La Solana, sube desde el paseo al Parrote. Esta escalinata se ha convertido ya en una parada imprescindible para los visitantes porque el vidrio estallado que separa las piscinas solaneras de los peldaños públicos es motivo de encendidas discusiones entre los viajeros:

-Que te digo que es así a propósito. ¿Cómo van a dejar un cristal roto en un lugar tan céntrico como este?

-Está estallado, te lo digo yo, que mi cuñado se dedica a reparar lunas de coches.

-Es así el diseño, haciendo como que está roto, para que los mirones no se apalanquen aquí flipando con las chicas en bikini.

El vidrio quebrado de La Solana fue el gran icono turístico de A Coruña en Semana Santa y el puente del Primero de Mayo. Pero el hallazgo del año, de la década, del siglo, lo que se han llevado en fotos y vídeos para sus casitas de Glasgow o Kansas los viajeros de estos últimos días, ha sido el espectáculo que con más mimo ha preparado la ciudad para los guiris desde que María Pita recibió a guantazos a Drake en 1589. Descartado -temporalmente- el empotrado olímpico de camiones en el túnel de la Marina, el deporte que se ha impuesto es el lanzamiento de vehículos sin conductor a la dársena. El juego que da eso. Primero, se arroja el furgón al agua, con cariño, y luego, para alborozo de nativos y visitantes, se despliegan grúas, bomberos, policías, lo que dé el presupuesto, y se sienta a los viajeros con unas jarras de cerveza en las terrazas a disfrutar del rescate.

Lo que esas gentes contarán de nosotros en Cincinnati o Hamburgo no se paga con dinero. Las hordas de turistas están al caer.