¿Padres atentos o adultos asustados?

montse carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

ANGEL MANSO

Usuarios de la dársena ofrecen opiniones contrastadas sobre la seguridad en el borde

14 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Luis Blanco suele sentarse con su hija de 8 años en el cantil de la dársena con las piernas colgando sobre el plano del agua. «Forma parte de un rito. ¿Qué hacemos hoy? [hoy es todos los domingos y festivos] Nos compramos unos helados en La Italiana y los tomamos ahí -señala desde el parque infantil donde juega la niña-. Debajo ya no hay pantalán, así si nos caemos vamos directos al agua». Su hermano Jesús hace de abogado del diablo: «¡Padre irresponsable! Verás mañana la que te va a caer».

Begoña Casanova vuelve de hacer deporte en La Solana y observa encima de los pesqueros atracados a una pareja de chavales tumbados en el borde del muro. «Claro, si juegas con el riesgo tienes que asumir que es muy probable que te pase algo, pero yo no encuentro de más que pongan algún tipo de protección. Un banco en esta inmensidad de explanada que han hecho, con un gusto más que discutible a mi entender, poco puede alterar».

A Luis Blanco la Marina le parece más segura ahora que antes de la reforma, cuando la zona donde su hija juega estaba cercada a un lado y otro por dos calles de tráfico intenso. «En el supuesto de que un niño se escapara del parque, a muy pocos metros tendría el peligro de los coches. Ahora, aparte de que el parque está vallado, hay una distancia suficiente hasta el agua [25 metros] para evitar accidentes», opina. Jesús Blanco asiente: «Yo no sacrificaría la belleza de este espacio para poner unas vallas». Vive en Madrid y defiende a ultranza la peatonalización. La vida entraña riesgos, dice, «hay que estar atentos».

«Al final el debate es: ¿Queremos una sociedad infantilizada y tutelada o una sociedad de personas responsables? Yo prefiero correr riesgos a que me dirijan», plantea Ana Ferreiro, paseante habitual.

Cuidado con el niño

El compostelano Alejandro Fernández, entrenador de fútbol infantil, aprovechó el festivo para visitar a un amigo que estudia Derecho y ADE en el campus de A Coruña. «Hay que tener cuidado con los niños. Basta que vean un sitio desconocido para que se lancen a explorar. Aquí algo habría que hacer», considera. Alba Aldrey, una de las chicas del grupo, da una idea: «Yo creo que los padres tienen que estar pendientes de sus hijos. Nada más». Y Pablo Bouzas, el anfitrión, se inclina por una solución vertical.

También pasean Enrique Faginas y Toñita Sánchez, como casi siempre. Son habituales, viven en la plaza de las Atochas -«antes tamén era o Campo da Leña, había un letreiro na fachada do cuartel que o poñía, agora está pintado. O Campo da Leña non estaba na praza de España nada máis», advierte el hombre-, y no tienen duda sobre los accidentes. «Se a iluminación fose boa os rapaces non caían. O banco non vai valer para nada», resuelve. A la mujer tampoco le convence. «Ni a mí ni a mis amigas nos gusta».

El debate sobre la seguridad en la dársena puede llegar a ser jugoso. José Manuel Río ha vuelto a su ciudad desde Burgos, donde reside desde hace años. Acaba de enterarse de las tragedias, del debate ciudadano, y tampoco duda. Algo hay que poner. Y advierte: «¡Que hay barandillas bonitas!».