Aperitivo para el Fórum

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Marcos Míguez

En un avance del encuentro que arranca hoy, el festival A Coruña Sabe reunió ayer a un público joven y familiar que explica por qué los niños se han adueñado de la cocina

12 mar 2017 . Actualizado a las 11:25 h.

La cocina es cosa de niños. Ferrán Adriá ha empezado a escribir para ellos convencido de que no va a pasar mucho tiempo antes de que los chavales reciban a sus padres con la cena preparada, la alimentación se adentra en las escuelas más allá del comedor y MasterChef Junior, con tres millones de espectadores, ha conseguido la proeza de poner fin a las reuniones de amigos para que los cativos no se pierdan el programa. En el festival A Coruña Sabe que ayer se celebró en Palexco como preludio del Fórum Gastronómico, una niña de 10 años hizo una disertación tan abrumadora sobre vegetarianismo, vitamina B12 y minerales en algas que si no hubo turno de preguntas fue porque el taller al que iba la criatura empezaba ya. Lo dirigía Mongo Bargo, un larachés que anduvo por cocinas de medio mundo, volvió a su tierra y acaba de ganar un premio al mejor proyecto hostelero con un local de cocina canalla y viajera que planea abrir pronto en el entorno de la plaza de España. Tino Otero, del Aula de Cocina de Portomuíños; Iria Espinosa, de Árbore da Veira; Ángeles Marzoa, de Jaleo, Pablo Gallego, y el jefe del Boca Negra, Pablo Pizarro, dirigieron talleres para niños hasta bien entrada la noche.

Entre 30 y 45 años

Pensar un buen programa infantil era esencial en un festival que atrae con un predominio aplastante a consumidores de entre 30 y 45 años, según detallaron desde la asociación Coruña Cociña, organizadora del encuentro, muchos de ellos con hijos pequeños. «¡Chavalada!», vociferó un hombre con desdén caminando apresurado en dirección a la puerta. No vio a su izquierda una zona de magníficos vinos, coronados por Neno da Ponte, un mencía monovarietal ecológico de Roberto Regal, nieto de Ester Teixeiro, pionera de la viticultura gallega.

Dentro quedaba el alcalde, que también acudió con su familia y celebró el éxito de una iniciativa que pretendía acercar al centro una muestra de lo que ocurrirá los próximos tres días en ExpoCoruña. Y alrededor muchos hipsters, uno de los perfiles más frecuentes en cualquiera de los 18 establecimientos que llevaron sus propuestas al edificio del puerto: 45 tapas en total a un precio entre 3 y 5 euros, muchas de ellas elaboradas a partir de lacón, carrillera o aguja de cerdo, cocinadas a baja temperatura durante un tiempo prolongado y presentadas en forma de enrollados, bocadillos o molletes. La oferta era diversa. A mediodía se habían despachado 2.800 unidades y todavía quedaban diez horas para el cierre. Algunos cocineros auguraban el fin de las existencias. «A las 12 no llegamos», se oyó en la zona central.

Para la tarde también se presagiaba la retirada de las familias con niños pequeños y la entrada de consumidores más jóvenes y también más viejos. A las tres, al son del jazz tradicional del Misisipi de los Revival Stompers, llamaron la atención en uno de los pasillos una pareja de muchachos caminando con cara de interés. Los hermanos Claudia y Gonzalo Truán, 19 y 16 años, zambullidos desde la infancia en esta cocina, tan minoritaria fuera de la mediana edad. «Nosotros estamos acostumbrados, nos gusta, la valoramos, pero no hay nadie de nuestra edad. Esto no tiene que ver con lo que pedimos cuando salimos con nuestros amigos. Lo típico: raxo, tortilla y calamares».