Fallos de señalización siguen abocando a los conductores a la Marina

montse carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

Cientos de pacientes del Abente y Lago de un área sanitaria de 37 municipios se enteran de la peatonalización al llegar a Correos

28 feb 2017 . Actualizado a las 08:58 h.

Cualquier paciente de la Costa da Morte que venga de año en año al hospital Abente y Lago y desde la reforma de la Marina no haya tenido revisiones ni alguien que lo avisara acabará impepinablemente a los pies de ese policía de turno que desde hace diez meses vigila que nadie al volante rebase Correos. Entrará en la ciudad por la avenida de Arteixo, llegará a Juan Flórez y cruzará hacia la plaza de Ourense sin saber que a partir de ese punto el viaje se complicará y habrá de volver atrás sin remedio. Salvo los mensajes secuenciales de los paneles luminosos, ninguna señalización fija le advierte el nuevo camino a seguir.

Este perfil -usuario del Abente y Lago, natural de la Costa da Morte y de edad avanzada- es el que diez meses después de la peatonalización sigue frenando delante de la casa Paredes con cara de despiste supino. «Aquí ya solo llegan los que van al hospital, a la torre de Hércules, al hotel Finisterre y al hotel de Adormideras», detalló uno de los agentes después de dar el alto a mediodía de ayer a un vehículo con placas de Portugal. Se dirigían a Adormideras y su programa de geolocalización estaba sin actualizar.

Los vecinos sin permiso para circular por la zona -solo lo tienen los residentes en Puerta Real y el Parrote- y los trabajadores de los negocios ya no intentan colarse, pero unos y otros auguran una escabechina cuando la policía se retire y la vigilancia quede a expensas de un método tan poco disuasorio inicialmente como un par de cámaras. En este momento se están incorporando al sistema las matrículas de los vehículos autorizados y, si la última previsión del Ayuntamiento se cumple, en unos días los agentes levantarán el puesto y ninguna barrera física impedirá seguir adelante. «Va a ser una sangría de multas», presagia un trabajador de una cafetería cercana que sin embargo explica cómo la instalación de las cámaras en el mes de octubre hizo desistir a muchos conductores de entrar en la zona prohibida por temor a ser grabados cuando la policía ya se había marchado.

El silencio es nuevo

Los clientes por goteo, los que llegaban en coche y paraban de cualquier manera durante un par de minutos para comprar el periódico, recoger unas flores, tomar un café o dejar a un familiar con problemas de movilidad antes de ir a buscar aparcamiento, han desaparecido del día a día de la Marina. «El fin de semana, si hace buen tiempo, viene más gente, eso es verdad, pero de lunes a viernes... ¿Ves aquel banco? -dice una empleada del quiosco mientras señala un asiento a unos 30 metros de distancia-, pues cuando dos personas se sientan a hablar, desde aquí yo escucho la conversación. Imagina el movimiento».