Llueve en Riazor y tenemos que decir que llueve

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

A CORUÑA CIUDAD

Cubierta rota del estadio de Riazor
Cubierta rota del estadio de Riazor César Quian

Las consecuencias de una chapuza política abrirán hoy los espacios deportivos de todos los informativos y nos dejarán con las vergüenzas al aire delante de todo el país...

04 feb 2017 . Actualizado a las 01:47 h.

Las consecuencias de una chapuza política abrirán hoy los espacios deportivos de todos los informativos y nos dejarán con las vergüenzas al aire delante de todo el país. No hay mucha discusión respecto a que el partido que iban a jugar esta noche el Dépor y el Betis en Riazor está bien suspendido. Reubicar a la gente, como se planteó inicialmente, era un disparate. Para la tarde se espera otra gran borrasca y nadie quiere imaginar qué habría pasado si los trozos de cubierta que cayeron la pasada noche se hubieran desprendido con más de 20.000 personas en el estadio.

Pero el debate es otro. ¿Por qué hemos llegado a esta situación? ¿Cómo se explica que en pleno invierno en Galicia haya que suspender un partido de fútbol por un temporal? Un temporal fuerte, que está causando destrozos en toda la comunidad, y que es probable que a lo largo del fin de semana obligue a suspender otros muchos partidos de fútbol modesto.

El problema es que Riazor no es O Condús en el que juega el Dorneda, aunque en los últimos años haya sido tratado bastante peor. La «gotera monumental» de Riazor, como ya ha sido bautizada por Luis Pousa, lleva décadas amargando los partidos a decenas de socios, ante la dejadez institucional, que se ha encomendado al modelo Rajoy, esperar que pase el tiempo, cuando aquí el tiempo, en todas las acepciones del término, lo único que ha hecho es llevarnos al ridículo.

En el 2015, el anterior gobierno municipal firmó un contrato con Dragados para retirar de una vez la cubierta que literalmente se cae a cachos. Pero en octubre pasado, el nuevo gobierno de la Marea Atlántica rescindió ese contrato. Según explicaron, el proyecto no convencía ni al nuevo equipo municipal ni a la constructora.

Esta política de marcha atrás, de no fiarse de nada y desconfiar de todo, está provocando un parón en la ciudad que va mucho más allá de la techumbre del estadio. Aunque hasta ahora no hayamos sufrido el desdoro de salir en los telediarios.

El equipo de gobierno dice que la obra de Riazor se licitará este año y estará lista en el 2018. Diferentes expertos estiman que a este ritmo no se acabará con la gotera monumental antes del 2020. Mientras, seguiremos viendo pasar trenes, de ciclogénesis y de los otros. Y tendremos que seguir viendo llover sobre las butacas de Riazor, y decir que llueve.