Ella no lo sabe, pero...

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

11 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Lúa lleva 14 días viviendo en Monte Alto. Que seguro que es tiempo suficiente para que un barrio como este imprima carácter. Con el frío con el que nos ha recibido enero, amantada como debe ser, ya ha paseado por el barrio y algo se le estará pegando. En tan poco tiempo también ha salido por otra zona hermanada, la de Canido, porque Ferrol mola, como reza un body que le han regalado a 50 kilómetros de su casa, para dolor de cabeza de su abuelo materno, que protestará seguro cuando el padre de la criatura haga la primera foto luciendo los dos el monigote amarillo.

En los pasillos del Materno las enfermeras se la llevaron al spa, como dicen ellas, y la devolvieron hecha un pincel, con la raya al lado y oliendo a colonia. Pasillos, por cierto, que lucían cajetines para ver unas nuevas teles la mar de modernas con conexión usb y teléfono y no sé cuántos cachivaches más, mientras en la ducha no había botoncito ni aplicación que consiguiera calentar el agua del grifo. Será que las cañerías, por eso de no ser 4.0, no son de dios.

Lúa aún no ha bajado de Monte Alto al barrio de su tía, ese código postal que tanta gracia hace a su padre, pero lo hará en unos días para celebrar el cumpleaños de sus abuelos paternos. No sabemos aún si para ella el centro será María Pita y el semicentro, ¿recuerdan?, la plaza de Pontevedra. Todo debe de parecer lejísimos cuando mides poco más de 50 centímetros. Será como cuando a nosotros nos llevaban de excursión a la Casa de las Ciencias y nos parecía aquello como el CERN de Suiza, de lo lejos que estaba y lo moderno que era. Y de aquí a que empiece a dar la lata con eso de bajar al centro, a saber a dónde nos ha llevado la gentrificación de la ciudad, si es que A Coruña tiene tamaño para tal cosa, o al menos esas vueltas que convierten una zona de repente en la meca de la modernidad y la llenan de mercaditos y de pop up y de vermú de grifo, y de todas esas cosas que se dicen en inglés y que a su abuela paterna le ponen los pelos de punta.

Lúa no sabe todavía que vive, como sus abuelos maternos, en un barrio carnavalero y festeiro. Aunque le quedan pocas semanas para averiguarlo. Que las locas de sus tías sospechan que los padres han llegado a barajar convertirla en langosta para celebrar por todo lo alto su primer martes de carnaval en la calle de la Torre, eso tampoco lo sabe. Como no sabemos los demás si habrá heredado el gen del disfraz de sus padres o habrá salido alérgica, como la mayor de sus tías, que no las pequeñas.

Lúa no sabe casi ni reírse, que los bebés vienen con pocas prestaciones. Pero cada vez que abre esos ojos aún por definir, sale el sol en Monte Alto. Aunque llueva.