El día que Michael Portillo bajó del tren

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

28 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Un tal Míster Bradshaw escribió en 1913 una guía de trenes del Viejo Continente pensada para facilitar los viajes de sus compatriotas ingleses. La imagino un poco como aquellas guías de El turista accidental que escribía William Hurt para viajeros por obligación, como si Bradshaw diese a los hijos de la Gran Bretaña todos los trucos para recorrer Europa sin despeinarse ni perder las sanísimas costumbres de la isla. Aunque tal vez sea todo lo contrario, a juzgar por lo bien que se lo pasa con el libro Michael Portillo, el ex ministro de Defensa inglés, que presenta un programa de viajes que hace un par de años aterrizó en A Coruña para recordar cómo los primeros turistas ingleses llegaron a la ciudad.

Que fue más bien como lo hacen ahora, a bordo de trasatlánticos que partían de Southampton hacia América del Sur, y hacían su parada de rigor en los muelles locales, aunque sería sin sandalias ni mochilas, sino con aquella elegancia tan british que una espera de los grandes viajes de principios del siglo XX y un poco menos de los jubilados del XXI. Portillo sube a los jardines de San Carlos en busca de Sir John Moore y se encuentra con un puñado de cruceristas de los de sandalia, mochila y pelo blanco, que no habían oído hablar del fallido héroe de la batalla de Elviña hasta que bajaron del barco. Me chiva el guía Suso Martínez que cuando hace dos años se grabó el programa, él mismo acompañó a Portillo a la tumba, y el inglés lloró emocionado cuando Martínez recitaba el poema que adorna el jardín. Nuestro guía municipal se perdió en la sala de montaje, una lástima para los espectadores británicos, crueldades de la producción, que tal vez prefirió quedarse con un baile en María Pita, empeñado Portillo en asegurar que son de lo más habituales las muiñeiras delante del ayuntamiento. Casi cada tarde, le falta decir.

Se pone la ciudad de largo para enseñar también la casa de Picasso, con Rubén Ventureira explicando las patitas de las palomas que pintó el niño Pablo, y las habitaciones donde murió Conchita. De los jardines de San Carlos a los pinceles picassianos, Michael Portillo repasa la huella británica en A Coruña, para subir al tren de nuevo en la estación de San Cristóbal, empanada en mano, para coger un tren a Santiago.

Que menos mal que viajaba a Compostela con esos recorridos de 25 minutos en los que apenas da tiempo a hacer la digestión de la empanada. Qué habría pensado si se hubiese equivocado de andén y hubiese acabado en una de esas rutas inexplicablemente largas a Ferrol, o eternas hacia la meseta, en uno de esos viajes que nos trasladan a las viejas páginas de una guía con olor a otro siglo, sin reloj, ni wifi, ni prisas.