Yo también tengo una foto de esas

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

22 dic 2016 . Actualizado a las 19:45 h.

Esta semana las fotos de mis compañeros de La Voz de Galicia han tomado el Cantón en una tradición ya tan navideña que parece que si no paseas con esas imágenes delante no estás de fiesta. Solo hay que echar un vistazo a esas magníficas imágenes para observar cómo cuando nos paramos delante de ellas todos los coruñeses nos sentimos especialmente orgullosos y representados. Nos sale la sonrisa. Pasear por el Cantón es también una de las estampas clásicas que al final todos hemos grabado de alguna manera en nuestro álbum familiar. Del brazo y sonrientes tengo yo una foto de mis abuelos en ese rellano, pero hay muchos otros rincones que de alguna u otra forma han acabado por ser el photocall coruñés.

Jardines de Méndez Núñez
Jardines de Méndez Núñez

Que levante la mano el que no tenga una imagen en la playa de Riazor (me vale ahora el Orzán para los que son jóvenes) con el verano de cara; o esa otra mítica para los que aún recuerdan el blanco y negro en el estanque de los peces mirando a cámara con la sonrisa más infantil. De todas esas imágenes que hoy ya son antiguas, me ha venido a la cabeza la de los caballitos que había en los jardines y que para los que nacimos en los sesenta y setenta representaba la mejor de las atracciones. ¡Anda que no nos hemos hecho fotos subidos a aquel carromato dirigiendo a la caballería! Subidos a los caballitos, o posando de comunión en La Rosaleda o distinguidos en aquellos primeros planos de posado que se hacían en el estudio el día de la boda. Aunque después, en la época del color, llegó la moda de hacer todo el recorrido vestidos de novios para posar en uno de esos parajes clásicos. En los jardines de la Maestranza, en el de San Carlos y en Méndez Núñez, por supuesto. Ahora, hasta en las bodas uno se descalza y baja a la arena o posa en las rocas de Riazor, en un retrato innovador de darle la vuelta a lo mismo. Coruña de fondo, y un montón de recuerdos en un álbum que deja pasar la vida en un pispás.

Hay casas, como en la de mis padres, en las que esa fortuna está catalogada con la precisión de las tardes de domingo y así, año por año, todas las imágenes suman un enorme boyhood al que puedes recurrir en cualquier momento para ir a buscarte cuando tenías 7, 8, 14, 20, 30 o los años que sean. Buscas en esos álbumes y ahí estás, con tus padres en los setenta con María Pita de fondo, en el Copacabana tomando las patatas fritas, en bañador en La Solana en pleno verano, sentada en el colo de Baltasar cuando los Reyes Magos nos visitaban en El Pote, o con tus amigas en ese primer Fin de Año en la esquina de Cortefiel antes de empezar la juerga... O esa pequeña de carné que por detrás pone Artús o Foto Blanco. Tener fotos en papel es otra lotería: búsquenlas, sáquenlas del cajón, tóquenlas y verán la suerte que es.