Solidariedade Galega, la oenegé nacida en el hospital coruñés, se une a otras once de España en el proyecto PoderVer. Ya han devuelto la vista a 300 senegaleses
28 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.María Josefa Pombo, Fina, está jubilada. Pero no ha dejado de trabajar. La medicina que tantos años practicó en el Chuac ha llegado ahora a África. Es oftalmóloga y ha formado parte de la penúltima expedición de Solidariedade Galega, esa oenegé incubada al abrigo de la inquietud humanitaria en el antiguo Canalejo y que hoy ha contagiado a buena parte de la profesión sanitaria. Esta vez, han ido un poco más allá y se han sumado al proyecto PoderVer, una iniciativa suscrita por doce entidades colaborativas de toda España y que el pasado 20 de octubre les llevó a Senegal. Junto a Fina, otra Fina, Rodríguez Agraso, de Portosín, que ejerció de intérprete y coordinadora de un grupo al que Galicia aportó la generosidad y saber hacer de otras dos sanitarias de Ferrol, Raquel Vidal y Ana González.
Las gallegas formaron parte de un equipo al que se sumaron los voluntarios de la oenegé Azul en Acción, de Murcia. En total 28 personas entre oftalmólogos, enfermeras, optometristas y logistas, porque, como explica Fina Pombo «nuestra especialidad, para operar, necesita de equipamiento y aparataje tecnológico que allí no tienen», por lo que fue necesario fletar un contenedor con todo el material.
Allí, en Thiadiaye, a cien kilómetros de Dakar, se encontraron con personas ciegas de patologías tan aparentemente sencillas de solucionar a este lado del Estrecho como las cataratas. «Incluso muchos niños», recalca la especialista, que tras nada menos que 19 expediciones solidarias de trabajo en Perú, Honduras o Nicaragua a costa de sus vacaciones asegura haberse visto sorprendida por la expectativa despertada. «Fue en el sitio que más patologías encontré. Vinieron pacientes que vivían a 500 kilómetros, hubo personas que hicieron cola dos días para que los atendiésemos y quedó gente sin operar», lamenta. «El año que viene, volvemos», resuelve Fina después de haber participado en dos semanas de trabajo intensísimo que se tradujeron en nada menos que 1.600 consultas y 296 cirugías. Entre ellas, las de cataratas, pero también glaucomas, y operaciones de párpados a consecuencia de una enfermedad que, como suele suceder, es tan desconocida en el mundo llamado desarrollado, como frecuente en los nacidos fuera de él: el tracoma. «Aquí no existe, pero es una infección muy contagiosa que provoca úlceras, opacidad en la córnea e incluso ceguera», explica la especialista.
Cuatrocientas gafas donadas
Aprovecharon el viaje además para repartir 400 pares de gafas entre los muchos que acudieron para consultar defectos de refracción, simples miopías o presbicias, por ejemplo. Buena parte de esas soluciones de vista «fueron donadas por Óptica 2000 de El Corte Inglés y General Óptica de la calle Real», agradece Fina, que sabe que en el mundo viven 145 millones de personas que no ven bien porque no tienen unas simples gafas, a pesar de que su coste de fabricación se puede reducir a apenas 10 euros.
«Fue muy gratificante», dice de la experiencia la doctora. Por serlo, conoce también la importancia que tiene su trabajo en los países que, como Senegal, viven bajo el sino de la pobreza. Aquellos donde han nacido el 90 % de las personas ciegas del mundo, a pesar de que el 80 % de los casos son tratables o evitables, y donde, frente a España, que cuenta con un oftalmólogo por cada 10.000 habitantes, con suerte disponen de uno por cada millón.
«Vinieron desde 500 kilómetros e hicieron cola dos días para que los atendiésemos»