Quinientos días de tropiezos en María Pita

Xosé Vázquez Gago
Xosé Gago A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Al gobierno, que sigue en minoría tras rechazar la oferta del PSOE, se le acumulan los problemas

06 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El 15 de junio del 2015, dos días después de que Xulio Ferreiro fuese investido alcalde, la Marea Atlántica acusó al PP de dejarles la «peor situación económico-financieira da historia recente». La acusación se basó en los problemas de liquidez a corto plazo que sufría el Ayuntamiento, un problema que se da todos los años, porque la mayor parte de los ingresos municipales llegan a final del ejercicio y los gastos se reparten durante todo el año, que pudo verse agravado por el gasto previo a las elecciones y el parón del cambio de gobierno. En todo caso, María Pita cerró el 2015 con superávit.

Era muy improbable que la Marea y el PP se pudiesen llevar bien tras la campaña electoral de los de Ferreiro, que en gran parte se centró en demoler la gestión de los populares y la reputación de Carlos Negreira, pero la inminente marcha del ya exregidor popular abría una ventana para que al menos se recuperase un contacto mínimo. Se cerró de inmediato con aquel ataque a la gestión económica, precisamente el área en la que había trabajado la nueva portavoz del PP, Rosa Gallego. Con los populares, que solo estaban probando la estrategia de demonizar la «herencia recibida» que ellos usaron con el bipartito, no habría cordialidad, iba a ser a cara de perro.

Roto cualquier puente hacia la derecha, todo indicaba que la Marea, que había decidido gobernar en minoría con 10 ediles sobre 27, estrecharía lazos con el PSOE y el BNG. Pero tampoco fue así. La relación con los socialistas, acusados por Ferreiro y su equipo de pensar solo «nos seus salarios», se torció en la negociación de la nueva estructura municipal, las retribuciones y los asesores de la corporación. El intercambio de descalificaciones con el PSOE se agudizó, pero tras quedarse por primera vez en minoría en una votación en el pleno, la Marea dio un paso atrás y se aplicó un modelo organizativo próximo a las tesis socialistas.

Tampoco con el BNG se forjó una alianza estable. Los nacionalistas, como el PSOE, habían apoyado sin condiciones la investidura de Ferreiro, pero con una única concejala el nuevo gobierno los ignoró cuando intentó tramitar su primer cambio de presupuesto, que tampoco negoció con los otros grupos. Su portavoz, Avia Veira, aseguró en el pleno que fue «ameazada» con la foto que se iba a hacer votando contra el gobierno junto al PP. Aguantó las presiones y ambos grupos rechazaron la propuesta del gobierno local, que acusó a la oposición de «irresponsabilidade», «demagoxia» y «bloqueo».

Era el 7 de agosto, solo habían pasado 55 días desde la sesión de investidura y el gobierno se había quedado sin aliados firmes.

La crisis se cronifica

Sin control del pleno. Esos primeros 55 días resumen los 510 que llevamos de mandato. El gobierno, quizá convencido de que el desprestigio del PP era tal que los grupos de izquierda pagarían un precio por votar junto a ellos que compensaría su debilidad en el pleno, mantuvo la línea de actuación, negociando solo después de que sus propuestas cayesen ante el no de la oposición. Así ocurrió con la práctica totalidad de los cambios de presupuesto, la ordenanza de mercados, el adelanto unilateral del IBI...

Pero la soledad en el pleno también supuso que prosperasen mociones contra la línea política del ejecutivo, que no se han aplicado, la reprobación del principal asesor del alcalde o la aprobación de unos presupuestos enmendados por el PP y el PSOE con cinco meses de retraso.

La opción socialista

El divorcio sin boda. Los socialistas, que están muy poco habituados a hacer oposición tras los años del vazquismo y el losadismo y se sienten atrapados entre la Marea y el PP, intentaron dos veces entrar en el gobierno, a finales del 2015 y, con más firmeza, durante el último mes. Fueron rechazados en ambas ocasiones, la última por no existir un «clima de confianza», señaló el alcalde, con la Marea, cuya coordinadora los acusó de «traizoar» a sus militantes por la abstención a Rajoy. Ese comunicado, considerado casi una provocación en el PSOE local, ha causado un alejamiento total entre ambos grupos, que se ha traducido en nuevos problemas en el pleno para la Marea.

Gestión y promesas

Problemas semanales. El gobierno, formado en su totalidad por ediles novatos (el propio Ferreiro acudió por primera vez a un pleno el 27 de abril del 2015, menos de un mes antes de las elecciones), ha tenido numerosos problemas en la gestión del día a día, desde la tardanza para nombrar un gerente de turismo, al frenazo en la concesión de licencias -que ha mejorado en las últimas semanas- o la baja licitación de obras públicas, dos factores que según la oposición explican los malos datos de empleo.

La Marea ha cumplido parte de sus promesas, como el fin de las corridas de toros, la aplicación de la ley de memoria en el callejero o la apertura de un turno de palabra para los vecinos en el pleno. Pero otras han caído en el olvido, como la auditoría y renegociación de la deuda, la publicación de todos los contratos y resoluciones, la «cidade libre de desafiuzamentos», que han seguido a su ritmo habitual; la erradicación del chabolismo, que sigue pendiente... Lo mismo ocurre con la promesa de buscar una ubicación alternativa al Museo del Automóvil, por el que se ha interesado Ferrol. Sí se ha aprobado una renta social municipal, aunque con meses de retraso, y este año ha quedado desvirtuada por falta de tiempo para aplicarla. Se han olvidado propuestas que la oposición vio «extemporáneas», como convertir el hotel Atlántico en residencia universitaria, y los choques con Fomento, el Puerto o la Xunta han lastrado diversos proyectos, desde la ampliación de Alfonso Molina hasta la estación intermodal. Sin olvidar la nueva Marina, vigilada durante meses por policías que antes patrullaban las calles.

El futuro

El día D y la hora H. Las próximas semanas serán claves para el futuro del mandato y del gobierno, que ha anunciado su decisión de llevar al pleno el día 15 los presupuestos del 2017. El trámite del texto sigue, por ahora, el modelo de siempre. Si el ejecutivo cumple sus plazos, solo tendrá una semana para negociar con la oposición. «¿Por qué no hablan, se aseguran apoyos y luego anuncian que lo llevan a pleno?», se lamentaba ayer un veterano empleado municipal. Si la Marea no logra un acuerdo, es posible que las cuentas sean enmendadas, lo que nos dejaría en un escenario similar al de este año, aunque sin un retraso de cinco meses. Pero si el presupuesto es rechazado, el alcalde debería prorrogar el actual o ir a la cuestión de confianza, que ha dicho estar dispuesto a utilizar. Eso abriría la puerta a una moción de censura, opción que en el PSOE cada vez menos militantes consideran tabú.