«Bebemos más por menos dinero, el ambiente nos gusta y hacemos amigos»

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Cuatro muchachas cuentan cómo es la fiesta desde dentro, con sus mitos, peros y ventajas

17 oct 2016 . Actualizado a las 17:06 h.

Jueves, viernes, sábados y vísperas de festivo son días de botellón en los jardines de Méndez Núñez. A partir de medianoche, cientos de jóvenes toman la floresta con botellas, vasos de plástico, refrescos y hielo. Solo les preocupa el clima. La policía hace muchos años que los ha dejado de hostigar. Los que gozan de este tipo de diversión han encontrado en Méndez Núñez su jardín del edén.

marcos míguez

El primer botellón del que se tiene noticia en la ciudad salió publicado en prensa en octubre del 2000. Entonces se limitaba a pequeños grupos de chicos y chicas en la playa de Riazor. Con el tiempo se propagó por Azcárraga, plaza del Humor o cualquier soportal. Molestaban a los vecinos y aquella nueva moda juvenil empujó a las autoridades a aprobar una ley que, no sin esfuerzo, sacó de las calles el problema para derivarlo a los jardines de Méndez Núñez, donde molestaba menos a los vecinos. La policía empezó entonces a hacer la vista gorda. Hasta nuestros días. Desde aquello, los seres humanos han ganado, el reino vegetal ha perdido.

Cuatro jóvenes veinteañeras, ya veteranas en eso del botellón (participan en él desde que empezaron a salir hace cuatro o cinco años) nos cuentan las razones por las que hacen. Lo resumen rápido: «Bebemos más, más barato, de mejor calidad, el ambiente nos gusta y, encima, hacemos amigos». Antía de Lorenzo cuenta que los jardines son como los vestíbulos de la Universidad, donde «una se encuentra con compañeros, conoce a sus amigos, ellos a los nuestros, y así pasamos la noche». Su amiga Laura Simoniello prefiere los pubs. Sobre todo en invierno. Pero asume que los precios que se pagan en los establecimientos «son prohibitivos» para la gente de su edad. Iria González y Marta Frontela sacan la calculadora mental y echan números: «Si una copa te cuesta en un bar entre 7 y 8 euros, por ese dinero cualquiera se compra una botella en el súper, con su refresco y el hielo». Pero si además se juntan dos para ir a la tienda, todo se reduce a la mitad. Y si las copas bajasen a tres euros, ¿seguirían yendo al botellón? La respuesta es unánime: «Sí». Porque lo que tienen los jardines no lo tienen los pubs, «ese aire de tranquilidad, espacio y ese punto de interrelación entre las pandillas que hace del botellón algo distinto».

Eso sí, asumen que deberían ser más responsables con la limpieza. Porque los fines de semana la basura brota en los jardines con más fuerza que las flores. En nada, la cochambre echa raíz. Para ponerlo todo en su sitio, un operativo de limpieza se traslada al lugar cuando sale el sol para limpiar los 5.000 kilos de desperdicios que de media se recogen. Es tanta la inmundicia que un camión no basta para llevarse la mugre a Nostián.

A Iria González, como al resto de sus amigas, le gustaría que eso no fuera así. Dicen que ellas lo tiran todo a las papeleras, «que hay muchas y son suficientes», pero «el 90 % no lo hace». Lo que se ensucia «es lo peor del botellón», asumen. ¿Y las peleas? «Apenas hay», contestan. Reconocen que las hay, pero «son tonterías, unos empujones, unos insultos y todo queda ahí. Hay muchas más peleas y más graves en cualquier otro sitio o en la puerta de una discoteca que aquí». Creen que se exagera mucho con las riñas, cuando «el ambiente se puede decir que es sano».

También cuentan que los jardines están divididos en zonas dependiendo la edad del usuario. Los menores se sitúan en las proximidades de la fuente. Los universitarios prefieren la zona del palco de la música. Cuentan también con baños públicos abiertos toda la noche. El problema es que la mayoría prefiere no hacer cola y usar los geranios como retretes. Así es Méndez Núñez, donde el jueves es el gran día, le sigue el sábado y luego el viernes.

Un espacio verde inaugurado en 1871 en honor a un marino gallego

Lo que en la actualidad es un jardín maduro camina hacia los ciento cincuenta años de historia desde el relleno del primitivo arenal de los Cantones a mediados del siglo XIX. Supuso entonces la definitiva conversión de A Coruña en una península hecha con materiales de su misma historia, pues al parecer se emplearon en parte las murallas medievales para ampliar el dique del puerto. Y supuso además el nacimiento de los jardines en los terrenos ganados al mar dedicados desde el año 1871 a la memoria del marino gallego Méndez Núñez (1824-1869). Es a este glorioso militar al que se atribuye la célebre frase «más vale honra sin barcos que barcos sin honra». Muchos años después de sus gestas, los jardines que los coruñeses le dedicaron navegan a la deriva.