Un balcón al sur para ver el mar, hacer yoga sobre hierba y pasear

MONTSE CARNEIRO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Las pintadas y el deterioro de la cúpula afean un lugar que los vecinos han convertido en punto de encuentro

12 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La ciudad ha recuperado espacios que el uso común se ocupa de mantener. No hay como gastar un lugar para evitar su desgaste. Ha ocurrido en el mirador del Matadero, el balcón que se descuelga del paseo en el extremo norte de la bahía del Orzán, en el mismo suelo donde hace veinte años se porfió en construir un complejo turístico-hostelero de tres plantas por debajo de la rasante de la calle. Un pleno municipal de abril del 2000 acordó a tiempo suspender los permisos de obra, y más o menos donde iría la bolera hoy tiemblan siete tarays.

A mediodía de ayer la lluvia ya había vaciado el lugar de perros y personas (no las pintadas, que cubren farolas, bancos y toda la cúpula) y a cambio devolvía los colores vivos de los días grises y la función panorámica para la que fue creado en primavera del 2009. «Un mirador, un espacio público único, orientado al sur, para A Coruña; nos planteamos hacer un punto de encuentro y mejorar la accesibilidad», explicaba entonces Rafael Eimil, jefe de la Demarcación de Costas, responsable de los trabajos que convirtieron la antigua finca de los Mariño en la terraza actual.

Siete años después, ese lugar de citas que aspiraban construir los que planearon la reforma parece haber cuajado entre las costumbres vecinales. Laura Leobalde vive desde hace un mes en el barrio y varias veces al día baja con sus perros a pasear. Por lo que explica, el mirador del Matadero corre riesgo de convertirse en uno de esos espacios públicos imprescindibles para los cazadores de ultratendencias.

Lo que más abunda, aparte de las bicicletas, son los perros. A mediodía y a última hora de la tarde, sobre todo, los dueños echan parrafadas sentados en los bancos al pie de los tarays mientras los chuchos corretean por la hierba normalmente inmaculada. Los jardineros municipales y las bolsas de plástico de los propietarios de perros la mantienen limpia. También suele bajar una muchacha con su mascota, un conejo sujeto con una correa que, según Laura, los perros husmean con tolerancia. Y otros días, a media tarde y siempre que no llueve, otro grupo despliega sus esterillas y sus cuerpos sobre el verde mullido y juntos hacen yoga con vistas al mar.

Los okupas no dejan rastro

De los okupas no hay rastro. Hasta hace cinco meses vivían en los locales abiertos en los bajos de la estructura porticada por la que se baja desde el paseo marítimo. Una vez que el Concello los cerró e instaló aseos portátiles y autolimpiables, el mirador recuperó sus usos. También de lienzo de grafiteros, prolíficos a juzgar por los muros cubiertos y en casi todos los casos con una intención artística indudable, aunque con resultado dispar.