Cañonazos contra los holandeses

Por Xosé Alfeirán

A CORUÑA CIUDAD

En el año 1599 los coruñeses rechazaron el intento de asalto de la flota de Van der Does

01 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Estaban alertados. Las noticias procedentes de Ámsterdam y los testimonios de los franceses revelaban que Holanda tenía aprestada una gran armada. Su intención era atacar y saquear los puertos españoles y portugueses; también pensaban capturar todas las naves que estuviesen o fuesen en ruta hacia dichos puertos. Respondían así al bloqueo y embargo decretado por el rey Felipe III, que impedía a los barcos holandeses comerciar con los territorios de España y Portugal.

La flota holandesa partió el 28 de mayo de 1599 de Flesinga (Zelanda). Compuesta por un total de 73 navíos, de guerra, de aprovisionamiento y de municiones, y varias viejas barcas de pesca preparadas como brulotes o barcos incendiarios, estaba bajo las órdenes del general Pieter van der Does. Contaba con más de seis mil marineros y unos dos mil soldados. Entre ellos, iban el cabo Johann von Leubelfing y el escribano Michiel Joostens van Heede, quienes publicarían diferentes diarios de la travesía que nos permiten reconstruir lo que sucedió.

El viernes 11 de junio, al mediodía, toda la flota fue entrando en la bahía coruñesa, anclando por la zona de la ensenada de Mera. Desde la borda de sus barcos se podían ver las fortificaciones de la ciudad, con sus torretas redondas de origen medieval y las nuevas murallas construidas en la zona del Parrote y San Francisco.

Completaban las defensas el castillo de San Antón y el inacabado de Santa Cruz. También se podía ver a la gente correr hacia los muros a toque de rebato. Al mismo tiempo, el capitán general del reino de Galicia, Luis Carrillo de Toledo, mandaba emisarios a las poblaciones vecinas para que se aprestasen a la defensa y enviasen refuerzos.

Inicio de la contienda

Desde los castillos y la ciudad empezaron a disparar los cañones; también lo hicieron los doce grandes galeones y algunos barcos franceses que estaban fondeados en el puerto. Por su parte, los holandeses prepararon sus brulotes con la pretensión de prender fuego a dichas embarcaciones, pero tuvieron que desistir del intento porque el viento no les favorecía ya que venía contra ellos.

Los coruñeses continuaron lanzando cañonazos -más de doscientos según los holandeses- aunque con escasa precisión, provocando solo ligeros daños a unos pocos navíos y no causando ninguna muerte. Ante lo que estaba pasando, Pieter van der Does ordenó a todos sus capitanes y consejeros que acudieran a su nave, el Orange, para buscar la mejor manera de invadir la ciudad.

No obstante, en vista de que había numerosas tropas y fuerte resistencia decidieron no bajar a tierra. Con la puesta de sol, hacia las diez de la noche, levaron anclas viéndose obligados, debido a la ausencia de brisa, a remolcar los barcos con los botes para salir a mar abierto.

Éxito en Canarias

Ningún beneficio sacaron de su intento de asaltar A Coruña, pero tampoco ningún perjuicio. La flota de Van der Does, la primera de las grandes armadas holandesas, continuó su travesía.

Nada pudo hacer en las costas de la península, sin embargo el 26 de junio atacaría y desembarcaría en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria causando graves daños.

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