Veranear en las Bárbaras

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

19 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la llegada del calor, a la gente le da por largarse de la ciudad. Se van a la playa, al campo, a sitios muy raros que quedan muy lejos. Craso error. Lo mejor para veranear es quedarse en A Coruña, donde el sol es tibio y la brisa fresca. De hecho, el mejor sitio para veranear es la plaza de las Bárbaras.

Cuando el sol aprieta y el coruñés de verdad empieza a sufrir, porque el termómetro amenaza con superar los 25 grados y al nativo se le empiezan a derretir las meninges, el mejor refugio es sentarse en un banco de las Bárbaras, bajo la sombra de los castaños de indias. También hay un negrillo, que seguramente se escapó un día del jardín de San Carlos, pero bajo el negrillo no hay banco. Bajo el negrillo lo más práctico es poner a los niños a que jueguen a algo, porque así no se queman con el sol y, como están algo lejos del banco donde uno lee un libro, se oyen menos y te descansa la cabeza un rato.

En las Bárbaras uno lo tiene todo para pasar el verano coruñés. Hay seis castaños de indias, un negrillo, cuatro bancos de piedra y una papelera. Hay también una sombra frondosa, un convento de clausura y un cruceiro para que los cativos suban y bajen y salten.

Uno sale de casa en pleno julio, con el sol insoportable en la nuca, se va a las Bárbaras, se sienta en el banco de piedra y abre un libro y ya está. Ya es verano. Si la sombra no es suficiente, de la calle Herrerías llega una brisa brava, que huele a mar y a tejados, y que te obliga a ponerte una chaqueta o algo encima para no acabar en el ambulatorio con neumonía.

Yo he pasado muchos veranos ya en las Bárbaras. Veranos primaverales, claro, con el runrún de las hojas de los castaños sobre la cabeza y los gritos de los chavales que le pegan balonazos al muro del convento, a ver si sale una monja a reñirles. Pero como las monjas son de clausura, y solo salen para ir al Abente y Lago, riñen poco y rezan mucho. A veces los niños, con el entusiasmo, le pegan un balonazo a la novia que viene a traer huevos al torno para que Santa Clara mire que no llueva el día de su boda. Y entonces, si los huevos vuelan por los aires, las monjas sí que salen a reñir un poco a la chavalada futbolera. Pero solo un poco, por aquello del perdón de los pecados.

En la plaza de las Bárbaras, a la sombra de los castaños de indias o incluso del negrillo, uno puede empezar el verano Por el camino de Swann y tirarse tres meses A la sombra de las muchachas en flor. La plazuela se quedó congelada en 1786, que es lo que reza la inscripción sobre el portalón de las clarisas, y por eso uno se sienta aquí y tiene 230 años por delante. En las Bárbaras uno tiene por delante todo Proust, todo el tiempo, todo el silencio y todo el verano del mundo.