Darth Vader y la banda municipal

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

16 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue un momento musical mágico, que seguro que otros coruñeses que eran niños -o no tan niños- a finales de los setenta recuerdan también. La Banda Municipal ofrecía su función matinal en un Rosalía abarrotado hasta los palcos en un soleado domingo de primavera. No logro evocar ya el repertorio, pero supongo que entrarían algunos de los clásicos de la agrupación: tal vez la Sexta sinfonía de Beethoven, que los niños identificábamos enseguida como la música de Fantasía, de Walt Disney; El vuelo del moscardón, de Rimsky Korsakov, insecto que los chavales casi veíamos zigzaguear por el teatro, o las atronadoras Danzas del príncipe Igor, de Borodin, que se interpretaron incluso con coro. Pero lo mejor estaba por llegar. El maestro Groba miró con complicidad a los más jóvenes y al ritmo de su batuta comenzaron a sonar los primeros compases del tema central de La guerra de las galaxias, que arrasaba entonces en los cines de todo el mundo. Los críos desenvainábamos en el patio de butacas nuestras espadas láser mientras seguíamos con los pies el ritmo de la música de John Williams.

Hace un par de semanas, el Ayuntamiento y la propia agrupación coruñesa tuvieron el acierto de homenajear a los directores y subdirectores de la Banda Municipal de Música. Allí estaba, por supuesto, Rogelio Groba, y hablando con él de todo esto, me dejó dos frases contundentes: que la ciudad era un páramo cuando él se hizo cargo de la Banda en los años sesenta y que todo lo que A Coruña es hoy en música clásica (con una Sinfónica que es probablemente la mejor de España) no habría sido posible sin la labor previa de la Banda. Creo que es de justicia reconocer que es cierto. Por aquel páramo transitaban básicamente la Sociedad Filarmónica, que mucho antes de la caída del muro de Berlín traía aquellas orquestas del Este fácilmente identificables por su excelencia musical y por los trajes desgastados y raídos con los que tocaban sus profesores, y Amigos de la Ópera, con su magnífica programación de verano. Poco más.

Han pasado décadas, pero ahora que la Banda sigue creando escuela en la ciudad con su programación regular y enganchando a los chavales con transcripciones de temas de Deep Purple o de AC/DC, no está de más recordar que ya en los años setenta se manejaba con inteligencia la idea de la fusión musical, considerada entonces una pequeña broma y hoy, verdadera innovación. Y respecto a la pertinencia de aquel lejano concierto, velado por la niebla del recuerdo, resulta que hoy los niños -y no tan niños-, después de tanto tiempo siguen jugando a ser Darth Vader con sus espadas láser... o tal vez con una batuta.