Las librerías se arman contra Internet

Mateo casal, m. c. REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

alejandra del río

Los propietarios apuestan por la especialización y las actividades complementarias

11 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El cierre de Molist, tras 68 años de actividad, escenifica la tempestad a la que se enfrentan las librerías de A Coruña. Estas han tenido que buscar vías para frenar el descenso del índice de lectura que perciben desde hace unos años. Además, han de competir con la tendencia de los jóvenes a sustituir los volúmenes en papel por las tabletas o con el uso de Internet como herramienta de consulta o descarga ilegal de contenidos. Los más perjudicados por la competencia de la red: las guías de viaje, los libros de bolsillo y los superventas. Fomentar actividades culturales en paralelo a la labor comercial, la especialización en contenidos infantiles, ediciones más cuidadas o la combinación con servicios de cafetería son algunas de las armas con las que tratan de amainar la tormenta.

Una de las pocas que se mantiene a flote usando el estilo con el que abrió hace más de cuarenta años es Lume, una librería generalista en Fernando Macías cuyos clientes continúan demandando, sobre todo, novelas o ensayos. Los libros que recomiendan los colegios también les ayudan a mantener el volumen de ventas. «El tipo de cliente cambia -dice Mari Carmen, una empleada que lleva trabajando en Lume 23 años-, ahora camina hacia el nicho de los posuniversitarios, pero baja el número de adolescentes o los estudiantes que están haciendo la carrera». ¿Por qué cree que ocurre? «Con estas políticas en las que la población descarga contenido cultural completamente gratis y de forma ilegal por Internet, es imposible que nos acerquemos a los índices de lectura del norte de Europa», explica para ilustrar el descenso de ventas tanto en gallego como en castellano. Pero en general, como sentencia el propietario de la librería Cascanueces, el mercado de los libros «va mal» fruto de la bajada del consumo provocada tras la crisis económica. «Parecía que el año pasado había una tendencia de subida, pero este año está siendo muy duro», añade.

Literatura infantil

Entonces, ¿qué mantiene las puertas de las librerías abiertas? Aunque su oferta es diversa, es la literatura infantil y juvenil la que mejor aguanta sus cifras de venta. Y los libreros también educan en el estímulo de hábitos de lectura: «Hacemos campamentos para niños de entre 3 y 12 años. Cada semana nos centramos en un país del mundo para que puedan conocer su arte y su cultura. Italia y la Capilla Sixtina fue uno de los últimos temas. Por debajo de la mesa trataban de imitar a Miguel Ángel escribiendo textos en el reverso de los pupitres».

La literatura infantil es también la gran apuesta de Moito Conto. Sobre todo el libro ilustrado, un producto que no solo atrapa a los pequeños. Va dirigido a toda la familia. Su propietaria, Esther Gómez, concibe la librería como una isla cultural dentro de la ciudad, en la que la gestión es fundamental. «Antes los best sellers se vendían solos, pero realmente el trabajo del librero no acaba nunca. Es verdad que aquí funcionan muy bien las bibliotecas, y nos sirven de ayuda, pero luego no hay actividades o campañas para ayudarnos», aclara.

Un concepto totalmente diferente es el de otra de las librerías históricas que quedan en la ciudad, Arenas. El establecimiento ubicado en el Cantón Pequeño está especializado en público adulto. Tras duros años de reducción de plantilla y recortes, alcanza ahora la orilla agarrado al flotador de la novela histórica, el género de novela negra o la guía de viajes. «El cliente de entre 40 y 50 años se ha criado en la cultura de la lectura, perdida por las nuevas generaciones ligadas a las tecnologías. Es necesario asentar las bases para que el sector no baje», afirma el dueño, Manuel Arenas.

Los libros de editoriales pequeñas con cuidadas ediciones son la prioridad para la Librería Berbiriana. Pero no se queda ahí. Ofrece algún superventas o un café para el que entra a ojear los libros antes de elegir el que se va a llevar o para acompañar las presentaciones o el catálogo de actividades que ofrecen sus dos socias, Cristina y Alejandra. Las dos desempeñan su labor de libreras con satisfacción. Tienen un fondo reducido que eligen con cariño porque dan al público lo que a ellas les gustaría comprar. «Tenemos una cafetería, como complemento para que la gente pase más tiempo en la librería y crear un clima relajado cuando hay una presentación », explican. ¿Qué se puede hacer en Berbiriana? De todo un poco. Comprar libros, ver documentales, catar cervezas artesanas hechas en la ciudad o acudir a una presentación.

Pero las librerías no solo se quedan en la ciudad, también llegan a los centros comerciales. Como la librería Santos Ochoa, en Marineda City. «Estar aquí tiene la desventaja de un negocio de las afueras, pero nos permite abarcar el público que vive en la comarca», comenta Tony Barro, administrador de la librería.

Su fondo es variado, acorde con el tipo de clientes que pasan por el centro comercial. Hay espacio para la novela histórica, la policíaca y la romántica, la que más gana en ventas: «Observamos un crecimiento de la poesía juvenil, así como los libros de auto ayuda o espirituales», dice. La oferta de libros, donde también destacan los enfocados al público infantil, la completa con material escolar pensando ya en el próximo curso.

Estos son algunos ejemplos de cómo el sector trata de mantenerse a flote en la ciudad. El secreto: reinventarse o morir.