Los rincones oscuros son para los besos

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

07 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez que paso por delante del cine Avenida recuerdo que en una ocasión un acomodador de los de antes nos echó de la sala a un grupo de amigas por la risa floja que nos entró en plena adolescencia al ver a una pareja de tortolitos encenderse sin mirar a la pantalla. La pareja se quedó dentro, por supuesto, y entiendo con la perspectiva de ahora que el acomodador nos echase a nosotras y los dejase a ellos a sus cosas, que para eso el cine es un lugar de película. Conozco otras parejas que por nada del mundo se besarían en el cine para no perder detalle y que no se encuentran a gusto en esa intimidad compartida ni siquiera para darse la mano. Por lo que pueda pasar. Pero el cine, es verdad, siempre ha tenido esa mítica del rincón oscuro y de los primeros roces.

Claro que no es lo mismo rozarse en el Avenida, o en el Colón, o en el Goya, incluso en los Equitativa que en Marineda City. Ahí, que me perdonen los chicos de hoy, los besos tienen que saber distinto. Como diferentes saben en los portales o en las discotecas. Qué tiempos aquellos de Green, Punto 3 o Pirámide que resuenan en la memoria marcados por el ímpetu de la juventud. Entonces los sofás daban tanto de sí que las parejas se amontonaban para aprovechar bien las horas antes de salir a la calle (qué frío) y volver a casa. Porque aquí el tiempo también nos condiciona hasta para esos primeros arrumacos que cuestan tanto, y más cuando sopla nordeste. En Coruña la playa siempre ha sido un enorme refugio para los tonteos iniciales y las escaleras del Orzán, las de Salesianos, un pequeño abrigo momentáneo si se va sobre la marcha. Pero hay muchos más -y no porque una los haya experimentado todos, ojo, que es lo que me cuentan- cuando el cariño aprieta y no hay techo donde cobijarse.

Esta sabiduría compartida por todos durante años y años nos ha ido llevando de la mano dando tumbos por toda la ciudad, a veces por el parque de Santa Margarita, otras por el mirador de Matadero (sí, tiene una función como mazadero), en ocasiones por el Palexco, el Portiño, bajo las columnas que soportan el paseo a la altura del edificio Mediodía, por el Ágora (que ha multiplicado sus usos) hasta llegar a esos puntos G, Generales, que son comunes a todos y marcan nuestro oscuro horizonte: Bens y la Torre. Dos polos determinantes si de lo que se trata es de comerse a besos y de guarecerse lo suficiente -me dicen- entre tuyas que hacen de biombo. El amor a pelo, a pelo suelto, a determinadas edades es así de sobresaltado y de emocionante, pero se pasa mucho frío. A qué negarlo. Por eso ahora hay incluso apps y webs que te van señalando dónde refugiarte si la pasión te pilla cruzando la calle. Parece difícil, pero en Coruña, ya lo ven, hay rincones y rincones también para esconderse.