Con apenas 10 años, Eva Prévot se convirtió en una pequeña heroína al salvar la vida a su abuelo practicándole un masaje cardiopulmonar tras sufrir un infarto
15 jun 2016 . Actualizado a las 20:31 h.Sus manos son todavía pequeñas, pero son las responsables de haber conseguido algo muy grande: salvar una vida. «Era de noche y estaba en mi habitación, cuando oí a mi abuela gritar. Al llegar a la cocina, vi que mi abuelo estaba inconsciente, y mi abuela y mi hermano estaban paralizados». Así recuerda Eva Prévot cómo sucedieron los acontecimientos de aquel ya imborrable 27 de enero, en el que tuvo muy presente «que no vale de nada llorar, hay que actuar», afirma con una serenidad aplastante esta niña coruñesa que acaba de cumplir los 11 años. «Pero cuando pasó aquello tenía 10», matiza.
Su abuelo acababa de salir del hospital tras sufrir un infarto, por lo que tuvo claro que su corazón estaba volviendo a fallar. Sin perder tiempo, le pidió a su hermano que llamase al 061. «Porque yo no era ni capaz de marcar los números», recuerda la abuela, Carmen Ventureira. Tras coger el teléfono, Eva comenzó a seguir las instrucciones de los sanitarios, aunque lo que le decían no era nada nuevo para ella, ya que justo en el colegio acababa de recibir un curso de primeros auxilios y sabía perfectamente cómo se practicaba una reanimación cardiopulmonar (RCP).
Confiesa «que tenía un poquito de miedo de hacer daño a mi abuelo», pero sabía que era necesario hacer suficiente presión sobre el pecho para que el masaje fuera efectivo, una reanimación que se prolongó durante unos diez minutos hasta que llegó la ambulancia y le cogieron el relevo. «Durante todo el tiempo me tranquilizaba y me decía: 'Mamita, no te preocupes que al abuelo no le va a pasar nada'», recordó ayer la abuela, que todavía no da crédito a la lección de responsabilidad y determinación de su nieta. «Cuando llegamos al hospital nos dijeron que se notaba que le habían practicado los primeros auxilios y que puede que gracias a ellos estuviese vivo», apuntó Carmen Ventureira, que reconoce que desde aquel día «no tengo ningún miedo si estoy con ella. Hasta me da más seguridad estar con ella que con mi hija».
Para Manuel López fue todo como un sueño. No se enteró de nada hasta que recobró la consciencia en el hospital y se lo contaron. El susto fue muy grande y tuvo que permanecer ingresado más de dos meses. «Pero ahora está mejor que antes de lo que pasó», apunta Eva, que no para de abrazarlo, mientras él le recuerda que «estuvo increíble».
Agradecimientos
Lo primero que hizo Eva al día siguiente fue dirigirse a su profesor de Educación Física en el colegio Salesianos, Enrique Carretero, «y darle las gracias en mi nombre y en el de mi familia, porque gracias a lo que me había explicado pude ayudar a mi abuelo. No sé si lo hice bien o mal, pero gracias a lo que nos enseñó puede que le hubiese salvado la vida», afirmó esta alumna coruñesa, que considera que estos cursos de primeros auxilios deberían ser una asignatura obligatoria en todos los colegios. «Además de saber hacer el masaje, es importante estar muy tranquila, porque si estás nerviosa no haces nada», reconoció.
Tras esta inolvidable experiencia con final feliz, a Eva Prévot no le importaría encaminar su vida profesional hacia la medicina, «aunque hay que estudiar y trabajar mucho, pero sí que me gustaría». Dice que le echa un poco para atrás «esa sensación de no hacerlo bien al principio, pero supongo que todo se aprende a hacer bien».