Dos niños ante su última esperanza

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Eduardo Pérez

El Ayuntamiento pidió el visado para que dos críos desnutridos, muy enfermos y refugiados en Grecia puedan ingresar en el Chuac

11 jun 2016 . Actualizado a las 11:17 h.

Una firma en un visado. Una rúbrica que puede salvar dos vidas, que vale más que cualquier medicamento. Su carencia, o el retraso en estamparla, puede acabar con la vida de Mudafar y Ahmed, hermanos kurdos de 10 y 8 años. Son dos de los 360 niños que están refugiados en el campo de Kasitkas, en Grecia. «A súa vida corre serios riscos», argumenta el alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, en la petición que cursó en la mañana de ayer al Ministerio de Asuntos Exteriores. Le pide que autoricen el traslado de estos críos para que puedan recibir asistencia médica en A Coruña. «Pode asinar o ministro ou o cónsul en Grecia si o autorizan», explicaba la concejala de Igualdade, Rocío Fraga. Lo hacía en el parque de bomberos al dar cuenta de la iniciativa de la Asociación Integral de Rescate de Emergencias, Aire, para traer a estos dos niños y su familia. También estaba Jesús Caramés, jefe de cirugía pediátrica del Chuac, que detalló que los niños sufren «desnutrición severa», dolencias hepáticas serias, microcefalia, bazo grande o una lesión cardíaca; por todo ello es seguro que sufren una enfermedad metabólica y, por lo tanto, «deberían ser diagnosticados canto antes». Tanto desde el Chuac como desde Médicos Mundi apoyan la petición a Exteriores para que facilite el traslado de los niños. «É cuestión de vontade política», afirmaba la concejala, mientras un voluntario de Aire recordaba que España solo ha acogido «o 0,23 % dos refuxiados que dixo que ía traer».

La mayor parte de los integrantes de esta oenegé, fundada en Arteixo por el bombero Federico Pichel, son precisamente bomberos. Varios voluntarios estuvieron en dicho campamento apoyando tareas como la que iniciara una enfermera madrileña: «Fuimos tienda por tienda viendo las necesidades médicas» de los casi mil refugiados que están en el campo. En una de las tiendas está la familia de estos dos niños que, explica uno de los bomberos que estuvo allí, «duermen en el suelo, sobre piedras; cuando llueve aquello se llena de agua».

«Éramos muy felices»

El padre de los pequeños les dio una carta a los bomberos coruñeses: «Me llamo Mohamed. Nací en 1982 en Ervil, la capital del Kurdistán irakí, Allí crecí y me uní el ejercito kurdo. Era un buen trabajo con el que podía intentar salvar a mi país. Mi vida era muy buena. Conocí a mi mujer, nos enamoramos, nos casamos. Eramos muy felices. En el 2006 nació nuestro primer hijo Mudafar. Cuarenta días después lo llevamos al médico. No supieron decirnos si era una alergia u otra cosa. Así que lo llevamos a otros médicos, y a más médicos, muchos médicos. Unos decían que era una alergia, otros que podía ser cáncer de hígado, pero ninguno nos confirmaba cuál era el diagnóstico. Un año y medio después, en el 2008, nació nuestro segundo hijo Ahmed. Comenzó a tener problemas de hígado a los dos meses... Y empezó la guerra». Ahora, la vida de sus hijos depende de una firma en un papel.