Los autobuses coruñeses eran los más rápidos. Ninguna de las flotas en España se movía con tanta agilidad por los trazados urbanos. Estaban, como los mejores fórmula 1 los domingos, en la pole position. Aunque la velocidad media no tuviese nada que ver con su color rojo Ferrari: 14,10 kilómetros por hora. Podría parecer poco, pero era más que suficiente para que los vehículos madrileños (14) y los malacitanos (13,95), que cerraban el podio, fuesen a rebufo.
Todo esto lo contaba el Observatorio de Movilidad Metropolitana, que aseguraba que la velocidad era «uno de los indicadores de calidad que favorece la competitividad del transporte público», por lo que recomendaba la ampliación de los carriles bus y de los sistemas de prioridad en las intersecciones. Curiosamente, en A Coruña no se habían implantado aún ni una cosa ni la otra. De hecho, terminaría habiendo carril bus, que resultó tan efímero como discutido mientras duró.