Octavio Villazala: «Me casé con mi marido horas antes de operarme de cáncer»

A CORUÑA CIUDAD

CESAR QUIAN

Susurra a los perros y habla con voz alta y clara a los humanos. Responde de manera contundente. Con el corazón en la mano

05 jun 2016 . Actualizado a las 20:03 h.

Susurra a los perros y habla con voz alta y clara a los humanos. Responde de manera contundente. Con el corazón en la mano. No rehúye ningún tema por espinoso que sea. «Convivo con el cáncer de maravilla», asegura. Tres años después de una primera intervención, hace unas semanas lo volvieron a operar. Recuerda sonriente todo lo que sucedió ese día. «Por la mañana, seguro que te acuerdas, estuve en una rueda de prensa en el Materno en la presentación de los perros que ayudan en la rehabilitación infantil. De ahí fui a la entrevista con el anestesista y después al Ayuntamiento de Oza para casarme», relata.

Sexual

En el Concello donde pasa la mayor parte de su vida formalizó la relación con su pareja, Óscar, con el que lleva 19 años. «Tuve novia. No soy heterosexual ni homosexual. Soy sexual. No salí de ningún armario, salí del vientre de mi madre y no me interesan nada las fiestas del orgullo gay. Lo único que me interesa es la normalización de las cosas», analiza. Sobre su marido, afirma: «Lo quiero con toda mi alma. Es un tipo maravilloso. Nos casamos horas antes de la operación. La noche de bodas y la luna de miel la pasamos en el hospital», recuerda Octavio Villazala Roca, adiestrador canino, divulgador del mundo de los perros a través de programas de radio y televisión, y propietario del centro Montegatto en Oza-Cesuras. «Lo monté cuando tenía 22 años y ahora hay nueve empleados y creo que es el mejor hotel canino de toda España. Recuerdo que al principio la gente no entendía qué hacía con los perros todo el día sino era veterinario. Siempre me interesó el tema y la etología, pero para hacer cursos tenía que ir a Madrid, Barcelona o desplazarme a Francia», destaca Octavio, que confiesa que, cuando era pequeño, «le tenía miedo a los perros».

La etapa del seminario

Le quedan nueve sesiones de quimio. «Es muy importante la actitud. Nunca me consideré una persona valiente, pero no tengo miedo. Solo contemplo que lo que va a venir será bueno. La enfermedad no me evoca la muerte sino una etapa en mi vida que sé que voy a ganar. Estoy como en un bosque de fábula donde hay hadas buenas. Estoy en una situación delicada, pero ¿sabes la cantidad de gente que sobrevive? Me tomo las pastillas como si fuese a comulgar», asegura Octavio, que pasó una época en el seminario de Santiago y también un año en Pamplona. Durante un tiempo parecía que iba para cura. «En vez de una vocación era una equivocación. Ahora soy sintiente, no creyente. Dios está en los ojos del que tienes enfrente y no creo en otro Dios que no sea el amor y la compasión», afirma mientras pega un trago al refresco que pidió en la cafetería de la plaza de Vigo en la que charlamos. Tiene 50 años. Nació en Lugo y es de familia monfortina. Siendo un niño asmático de 6 años aconsejaron a la familia cambiar de aires. «Nos vinimos a Oza y me curé».

Regalo de Dios

Octavio, Tito, cuenta tantas cosas que me cuesta trabajo resumirlas todas. Tiene un hijo de 10 años que adoptó en Costa de Marfil. Se llama Dieudonne Ernest. «Significa regalo de Dios y así es. La gente dice "que suerte tuvo ese niño" y yo pienso que la suerte la tuve yo, que me da la vida», sentencia este hombre que considera que los animales «nos dan clases porque no tiene cortapisas, no les afecta el qué dirán como a nosotros». Se declara «eminentemente feliz» y reconoce que «estoy enganchado al Facebook». No concibe los toros «hoy en día» y avanza que está escribiendo un libro. «Cuento cómo tener un perro y mantener con él una relación equilibrada. Es un libro al desuso», explica con una sonrisa este coruñés sincero que asegura que «necesito tener perros en casa». Nos despedimos con un abrazo. Mucho ánimo, Tito.