Preocupación en varios barrios por el repunte del trapicheo de drogas

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César Quian

Vecinos del Ventorrillo alertan de la venta de estupefacientes en varios enclaves

31 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El trapicheo de drogas ha repuntado en varios barrios de la ciudad. Así lo denuncian desde las entidades vecinales. José Ángel Souto es el nuevo presidente de la asociación de vecinos del Ventorrillo y ayer apuntaba cómo la semana pasada en lugares como Cances o en el parque infantil de las Casas de Franco se podía ver el trapicheo casi a la luz del día, pero la acción policial de estos días «los ha replegado».

Monte Alto también tiene su propio punto frecuentado por toxicómanos. Se trata del Campo de Marte, que hace unos días salía en las páginas de este periódico debido a su falta de mantenimiento. El presidente de la asociación vecinal, Alberte Fernández, confirma que en el parque hay presencia de drogadictos. «Non son conflitivos, nin van detrás da xente pedindo, e hai certa distancia entre eles e a zona infantil de xogos. Xa hai uns anos que o frecuentan», cuenta el portavoz vecinal. Añade que verles trae malos recuerdos para el barrio: «Estamos moi concienciados porque o vivimos, e coñecemos a moita xente que se quedou polo camiño». Eso sí, Fernández cree que el trapicheo no está en el parque: «Pienso que está en los pisos. De hecho, hace uno o dos años la policía hizo una gran redada en el barrio, pero en viviendas particulares. Por eso los toxicómanos que están el parque son la consecuencia, son consumidores. Los gobiernos deberían impulsar políticas para cortar con la raíz del problema en lugar de ir haciendo que se desplacen», indica.

También en los Mallos y la Sagrada Familia se ha detectado un problema similar. «El trapicheo está aumentando bastante», dice José Salgado, presidente del Distrito Mallos, de comerciantes, que constata un «repunte» y que ve de nuevo «la gente que estuvo metida en la droga y que hacía tiempo que no veía». Cree que en esos barrios no hay suficiente presencia policial. «Nos dicen que hay agentes de paisano, pero a mí eso me suena a música celestial», apunta sobre lo que les cuentan las reuniones de seguridad ciudadana a las que los citan periódicamente.

«Hay como siempre, pero no se quiere mirar», asegura Áurea López, presidenta de la asociación de vecinos del Orzán. Apunta al entorno de las instalaciones de la Cocina Económica como uno de los focos de este problema.

Denuncian la aparición de varias jeringuillas en Riazor, San Diego y Paseo de los puentes

La foto de una jeringuilla entre la arena de la playa de Riazor era enviada ayer por un padre al alcalde a través de las redes sociales. Indicaba que sus hijos habían tenido que abandonar el arenal por este motivo. Otro usuario apuntaba que también en la playa del Orzán ocurría en ocasiones.

Por otra parte, vecinos de los Castros llevan tiendo denunciando la presencia de jeringuillas en la zona del parque de San Diego. Personal del servicio municipal de limpieza comentaba ayer que no suelen encontrar jeringuillas, aunque llevan material para recogerlas, y señalaban la zona de las cañas, entre el parque las vías del tren como uno de los puntos donde suele haber algunas. Al menos dos había ayer. También se han recibido quejas por la aparición de jeringuillas en el parque del Paseo de los Puentes.

«Tenemos un nuevo Penamoa»

El pasado mes de abril se cumplieron cuatro años del derribo de la última chabola del poblado de Penamoa, cumpliendo así un desalojo que los vecinos del Ventorrillo celebraban como el fin de una pesadilla que duró tres décadas. Pero parece ser un mal sueño recurrente, porque alertan los residentes en el lugar de Cances de que hay una vivienda, en lo alto de la colina, donde el trapicheo ha vuelto a ser la tónica habitual de cada día.

«Es una zona tranquila, bueno, relativamente. Durante treinta años tuvimos aquí arriba el problema de Penamoa, y ahora tenemos un nuevo Penamoa, pero en pequeño. Aunque yo no sé si será peor», afirmó en Radio Voz Ramón Sanjurjo, vecino de la zona, que asegura que ven pasar todas las noches una furgoneta, «no sé cuántas veces», hacia la casa en cuestión.

El problema no se limita a la venta de drogas, sino todo lo que esto trae: «La semana pasada vino un chaval y entró en dos casas de aquí que están vacías. Eso genera mucha intranquilidad», denuncia este vecino, que añade que «a la policía no la vemos mucho por aquí, y debería venir más, tal y como cómo andan las cosas. Estamos a diez minutos del centro, pero dejados de la mano de Dios», lamenta.