Un robo al día: no es paranoia

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

29 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es domingo por la noche y la joven pareja regresa a casa después de un brevísimo fin de semana fuera. Antes de meter la llave en la cerradura de su piso de la Falperra presienten un calor extraño que sale del interior de la vivienda, como si alguien la hubiese habitado en su ausencia. Luces encendidas, ropa tirada por el pasillo, cajones revueltos en el dormitorio, recuerdos familiares que se esfumaron, restos de un sobre en el que se guardaban los frutos de unas horas extras. Son los síntomas inconfundibles de que el piso ha sido asaltado. La escena no es actual, sucedió a finales de los años 80, pero seguro que el centenar largo de familias que en lo que va de año han sufrido en A Coruña un robo en su domicilio la ven perfectamente real y vigente.

Las estadísticas lo revelan y las autoridades lo confirman: los asaltos a viviendas han experimentado un incremento del 100 %. Y aunque insistan en que estamos muy lejos de los peores momentos del pasado, poco consuelo es para las víctimas. Tardarán en sacudirse la impotencia, la sensación de haber sido violentada su intimidad y el temor cada vez que regresen a su casa. La inseguridad, en definitiva.

Miedo a salir de noche es el título de una película en la que Eloy de la Iglesia retrató una especie de paranoia colectiva que, en la recuperación de la democracia, se apoderó de una sociedad que estrenaba libertades y en la que afloraba una marginalidad que el mismo director -también él enganchado a la heroína en un tiempo- retrató en El Pico o Navajeros. Por fortuna, ni se vive hoy en aquella paranoia ni los augurios de quiebra de la sociedad se cumplieron, aunque haya que lamentar que la crisis económica nos arrojase a la cara situaciones de marginalidad que no fuimos capaces de desterrar. Pero precisamente porque la sociedad de ahora es más libre y más madura, la exigencia de seguridad por parte de los ciudadanos es mayor. Incluso se ha perdido el prurito que entonces impedía reconocer que, además de otras cosas, a veces hace falta más policía.

 Conjurados, pues, los delirios y el espíritu del Miedo a salir de noche es momento de reclamar a las autoridades, sin complejos, que garanticen la seguridad de las personas y la inviolabilidad de sus domicilios. Es cierto que no es esta una ciudad que alcance cotas de criminalidad como las de Madrid, que es un lugar que ofrece unas excelentes condiciones de vida y que los episodios de violencia callejera son aislados. Pero son esos intangibles que han contribuido a dar valor a una ciudad a los que nadie quiere renunciar. Las Administraciones, cada una desde su ámbito, son responsables de evitar que en un mes haya tantos robos como días.