Lara Pintos: «Ahora mismo lo que quiero es tener cuadros, no hijos»

Pablo Portabales
Pablo Portabales A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

08 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Habla con dulzura. A veces con tanta ternura y un tono de voz tan suave que no la escucho bien por culpa de lo alta que suena la música del hilo musical. Cariñosa, dulce, sonriente… «Me lo dicen a menudo. Para mí es un gesto de amabilidad. No soporto a la gente que no sonríe. Un hola o un gracias con buena cara hace mucho», comenta. «Parezco relajada, pero soy muy nerviosa. He roto bastantes platos y matado muchas moscas», asegura Lara Díaz Pintos, de nombre artístico Lara Pintos. «Estoy muy orgullosa del primer apellido, pero no parecía muy de pintora», apunta. Tiene 31 años. «Siempre me dicen que aparento menos». Trabaja como auxiliar administrativa en un hospital. «Me da una seguridad y tiempo para mis proyectos. Es complicado vivir solo del arte porque no te da estabilidad», reflexiona esta coruñesa que estudió en el instituto Sagrada Familia y el bachillerato artístico en el de Adormideras. Después intentó una ingeniería, pero se decantó por la licenciatura en Bellas Artes en Pontevedra. Está soltera y con pareja desde hace 12 años. Su novio se dedica al mundo del cine. «Lo de casarme, lo de vestirme de blanco no va conmigo», comenta. Tampoco se le pasa por la cabeza tener hijos. No siento la llamada, aunque hay bastante gente de mi generación que empieza a tener familia. Ahora mismo lo que quiero es tener cuadros, no hijos», sentencia. Es la mayor, por segundos, de trillizos. «Era una niña sedentaria y muy tranquila, de las que estaba todo el día dibujando. No era de subir a los árboles», recuerda. Charlamos en una café de la plaza de Vigo. Cerca de unos postes de alquiler de bicicletas. «Cuando veo a la gente cogiéndolas… Siento frustración por no saber andar. Es una asignatura pendiente».

Pintora madrugadora

Se levanta temprano. «Pongo el despertador para pintar, también los fines de semana. Me gusta trabajar con la luz del día, mi pintura es más real, y casi siempre con música», confiesa Lara, que hasta el 20 de mayo presenta en la galería Monty 4 de la calle Montroig Memoria por habitar. ¿Su mejor exposición? «Es la más redonda y entendible. Lo que tengo claro es que cuanto más he trabajado más éxito he tenido. Siempre influyen las críticas, pero creo que debes de guiarte por tu intuición», asegura. El cuadro más caro de la muestra está a la venta por 1.800 euros. «Representa el trabajo de un mes, creo que vendo barato», apunta este mujer-artista, algo que no abunda. «Las mujeres somos invisibles en el mundo del arte. Tú a lo mejor sí porque te interesa, pero dile a la gente que nombre a cinco pintoras», reta.

Mar y montaña

Se declara maniática de la limpieza. «Soy la friegaplatos oficial. Me pongo a recoger y a fregar incluso cuando el resto de la gente que está en la mesa no acabó». Presume de sentido del humor. Dice que es excesivamente responsable. «Agobiadilla», concreta. Le encanta comer. «Las personas que disfrutan de la comida tienen un sentido positivo de la vida. A los cocineros les doy mucho mérito, pero no se les puede considerar artista», reflexiona. Confiesa que no se le da mal cocinar aunque la carta «no es muy extensa» y su plato más alabado es «la lasaña con bacalao y puerros». «Me gusta mucho el arroz y los sabores como el del pollo al curri», apunta. La Torre y su entorno, la Ciudad Vieja con su plazuela de las Bárbaras y el monte de San Pedro son sus enclaves predilectos, pero ella, por artista, le llaman la atención cosas como «la arquitectura modernista, algunos portales de la plaza de Lugo o la calle Ferrol. Soy muy sensible a casi todo. Encuentro belleza en una habitación desordenada o medio vacía», destaca, siempre sonriente. Le pregunto cuándo fue la última vez que se enfadó. «No sé decirte. No grito nunca. Ahora mismo estoy en un momento equilibrado de mi vida y casi siempre estoy de buen humor», confiesa angelical.