Un mercante con un grave incendio a bordo entraba remolcado en el puerto

Á. M. Castiñeira

A CORUÑA CIUDAD

Los bomberos, echando agua sobre el «Asseburg»
Los bomberos, echando agua sobre el «Asseburg» . A. Martí< / span>

El «Asseburg» sufrió, en abril de 1966, una explosión en la asala de máquinas a unas cien millas de Fisterra

12 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El moderno Asseburg entraba prácticamente destruido en el puerto coruñés. Remolcado, sin tripulación y con un grave incendio a bordo que anunciaban las columnas de humo que se elevaban desde la cubierta.

El mercante alemán, de 2.993 toneladas, había sido construido apenas tres años antes en los astilleros de Kiel. Cubría la ruta entre Amberes y Guayaquil cuando, a unas cien millas de Fisterra, una explosión en la sala de máquinas había derivado rápidamente en un fuego fuera de control. Dando por perdido el buque, los marinos germanos habían solicitado la ayuda de un barco británico, para ser trasladados después al petrolero argentino Uruguay, que se dirigía a Alemania.

Entre tanto, el remolcador Seefalke había puesto rumbo a la zona para intentar el rescate, que finalmente completaría. Nada más llegar a A Coruña, su capitán reclamaba la ayuda de los bomberos, que acudían rápidamente a bordo del remolcador Ponte Naya. Y desde él dirigían chorros hacia las planchas incandescentes a la altura de la sala de maquinas de la nave accidentada.

La segunda vida del barco

Los bomberos seguirían trabajando durante horas, hasta que el Assenburg empezase a escorarse debido a la cantidad de agua embarcada, lo que obligaría a detener la operación. No sería hasta el 23 de abril, diez días después de su llegada, cuando el barco pudo quedar amarrado al muelle de Calvo Sotelo.

La historia del Asseburg no terminaría en A Coruña. Los daños causados por el incendio habían sido tan graves que, tras su traslado a Ferrol, sería vendido como chatarra a la compañía Financiera Montañesa. Pero la naviera española decidiría reconstruirlo y renombrarlo como El Puntal. El Ministerio de Comercio autorizaría dos años después del accidente, concretamente en marzo de 1968, su abanderamiento en España y su matriculación en Santander.