«Aquí hay más muros que en Berlín»

Xosé Vázquez Gago
Xosé Gago A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Turistas y vecinos no ocultan su asombro de que la zona más emblemática de la ciudad continúe sin ser peatonalizada

25 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es jueves por la mañana, brilla el sol y cualquiera diría que el calor ha evaporado las críticas a la reforma de la Marina. El paseo está lleno de gente. Los críos corren por la explanada y suben a los columpios. Sus abuelos y padres les observan, algunos se cubren la cabeza con una gorra o una revista. «Es que no hay ni una sombra», se queja Isabel, una turista madrileña que de reojo cuida de que su hija Paula no se esmendrelle en los columpios. Isabel echa de menos «un sitio para tomar algo», porque con tanta valla por medio y la cría dale que te pego en el columpio, no tiene tiempo de ir a por algo a los bares de las galerías. Pasará por ellos después, «cuándo la niña se canse».

Entre los gritos de los chavales se dejan oír pedazos de la conversación tipo en la Marina. Trata de vallas, coches, algo de sed y ninguna sombra. También de árboles «sin una hoja», como señala una chica a la que su acompañante explica que «puede ser que no tengan mucha raíz, porque por aquí debajo hay un túnel».

Robert MacMillan, un jubilado irlandés que llegó el miércoles a Santiago con su mujer Marion, pregunta más que responde: «¿Pero no hay nadie trabajando? Con tantas barreras pensaba que habría muchas obras».

La ciudad le parece «nice» o sea bonita; y quizá por timidez tarda en reconocer que la presencia de las vallas en medio del paseo es «a bit of a shame», algo así como «un poco lamentable».

Otro tanto opina José Álvarez, un barcelonés de origen andaluz que nunca había estado en Galicia: «La zona es bonita, las galerías de cristal sobre todo, y cuando no estén los coches será fantástico». Las vallas «cortan el paseo. Son como un muro, se puede decir que tenéis más muros que en Berlín», dice bromeando.

Para José Romero, un vecino de A Coruña, «lo peor» de las vallas es que el Ayuntamiento «está pagando por ellas», solo el pasado mes de octubre su alquiler ascendió a 5.000 euros, para que «todo siga igual que antes de la obra», con los coches por medio. Reconoce que la remodelación planeada por el anterior gobierno no le gustó demasiado, pero cree que, al menos, «debería servir para quitar el tráfico o por lo menos la mayoría del tráfico». Claro que para eso los conductores deberán saber llegar a él. No lo consiguió la naronesa Luisa Piñeiro, que entró en la ciudad por Alfonso Molina, no se desvió hacia Alférez Provisional (donde empieza el subterráneo) y siguió recto por la Marina hasta «dar la vuelta a A Coruña». Quería ir «al centro», a la zona de tapas de la Barrera, pero acabó rodeando la península por el paseo marítimo, pasando frente a la torre de Hércules y aparcando frente al edificio de Red Eléctrica en Zalaeta.

«Si había algún indicador para entrar en el túnel no lo vi», dice antes de señalar que el paseo en coche por la zona vallada es «muy peligroso», porque «casi no hay espacio y hay muchos peatones y niños pequeños».

Si la Marina está llena de vallas a la espera de que el túnel abra por fin a la circulación, el Parrote continúa lleno de desperfectos. El mobiliario urbano que apareció roto a finales del verano pasado, incluyendo numerosas lunas de cristal, continúa sin ser reparado. Tampoco se han arreglado las cristaleras de los bajos que se van a dedicar a usos de hostelería, ni las luces que se instalaron en el pavimento, casi todas reventadas y llenas de agua y verdín, igual que la ventana arqueológica. Otras vacaciones muy lejos del estado de revista.

Crónica La Marina pasa otras vacaciones vallada