¿Con qué cara te levantas?

Sandra Faginas, Ana Abelenda, María Vidal y Pablo Gómez

A CORUÑA CIUDAD

BENITO ORDOÑEZ

¿HACES LO MISMO CADA MAÑANA? ¿Eres de los que no cambian la rutina por nada del mundo o sí? Cada uno tiene su fórmula para empezar el día, tres despertadores, por instinto biológico o directamente la alarma en el pasillo 

06 mar 2016 . Actualizado a las 19:57 h.

Levantarse de un salto no es el fuerte de la actriz Sheyla Fariña (A Coruña, 12 de noviembre de 1986), que reconoce que aprovecha la cama hasta el último instante. Para que no se le peguen las sábanas tiene instalado un sistema que valdría para proteger el más seguro de los búnkeres. «Cuando estoy grabando me vienen a recoger  a las 6.40 de la mañana, así que desde las 5.30 pongo varios despertadores en el móvil, primero cada cuarto de hora: a las 5.30, a las 5.45, a las 6, a las 6.15, después cada cinco minutos y como alarma especial conecto un tono diferente que viene a ser una diana urgente de 'levántate ya' para hacer lo mínimo», cuenta Sheyla. Lo mínimo es una rutina sencilla de lavabo y el tiempo que le lleva vestirse, «los cinco minutos justos» porque ella es por la noche cuando suele ducharse mientras le toca grabar tan temprano. «Tengo esa rutina porque como al plató tengo que llegar con el pelo limpio, lavármelo por la mañana tan temprano me da mucha pereza, la ducha de la mañana si la hago es para despejarme». Sheyla, de todas maneras, no funciona igual los fines de semana o cuando está sin ir a trabajar. Sus biorritmos no la acompañan para vaguear en la cama, «¡qué va, eso es lo curioso, soy muy inquieta!», así que es probable que un sábado esté a las 9 de la mañana danzando por la casa. ¿Y la cama, sueles hacerla?, le pregunto. «Ese es otro cantar, la hago si alguien va a ver mi habitación, si tengo visita. Si no paso, mi cama puede estar sin hacer una semana», se ríe.

Claro que en casa de sus padres, en A Coruña, la rutina es otra: «Allí no salgo de casa sin hacerla, a mi madre le puede dar algo». Lo único que Sheyla no perdona es el zumo de naranja, puede pasar sin el café, sin la tostada, pero no sin su jugo de medio litro. «A veces mi chico me lo hace de noche y me lo deja en la nevera, y yo al día siguiente me lo voy tomando en el coche que me lleva a trabajar». ¿Alguna manía más? «Sí, claro, soy una friki; lo primero que hago cuando me despierto si no trabajo es mirar el móvil y las redes sociales, estoy enganchada, como el 80% de la gente; igual que la gente puede mirar el reloj cada tres minutos, yo puedo entrar en Facebook para ver la última notificación cada dos minutos, es una adicción como otra cualquiera. Eso y algo que para mí es sagrado: el pijama. Yo no me lo quito si estoy en casa hasta que me voy a la ducha para salir a la calle. En pijama puedo estar horas, igual que cuando llego a casa y sé que no voy a salir más. Es lo primero que me pongo». Está claro que Sheyla vive cómoda en la rutina.  

BENITO ORDOÑEZ

BATAMANTA Y TAZA DE PAPÁ 

Hay una bata a la que el actor Nacho Castaño (Vilagarcía, 1972) tiene más apego que el doctor Prieto a la suya en la serie Urxencia cero. Se la regaló su madre «hai moitos anos» un día de Reyes. Es una bata especial, que se pone cuando no trabaja, no tiene prisa en ducharse y puede abrir el día despacio, como un regalo. Para Nacho, lo primero es lo primero: apagar varias veces el despertador (¡É que é duro madrugar!), «ir a ver como están os nenos, se están tapadiños», y ducharse. Este padre de dos niños es «de café».

Entre Nesquik y Cola Cao, elige ¡café con pan! Nacho saborea como ninguno las mieles de un desayuno. Y no es un decir. Afortunado él, que se libra de despegar a los niños del sueño: «Teño sorte. Cando marcho, eles dormen. É a mina muller, Sonia, quen se encarga de todo. Sen ela sería imposible a vida familiar, e que eu me dedique a isto do audiovisual». Pero no guardemos la cuchara, que la miel a Nacho le endulza tanto el día como a Winnie The Poo. Un tarro le sigue por las mañanas donde quiera que va. «Isto do mel -cuenta- pegoumo Dani Trillo (Lois en Urxencia cero). El ten abellas e díxome que había mel máis suave có que eu tomaba de pequeno en Lugo, que era denso e de sabor moi forte; non me gustaba. Agora tómoo todos os días», revela este actor sin un «ritual mañanero» fijo, que advierte que a veces un padre no tiene elección: «Se os nenos espertan cedo queren vir para a cama grande...  e non collemos ben os catro. Eu véxome aí nunha esquiniña. ¿E eu que fago?, digo. '¡Ti para o diván!'».

XOÁN A. SOLER

UN RELOJ BIOLÓGICO DE ORO

Lo que hace Perdomo por las mañanas se entiende a la perfección con la definición que hace de sí mismo. «Tengo un Rolex de reloj biológico porque es muy potente, pero en el resto soy un caos, un Casio, vamos». O lo que es lo mismo que no necesita de alarma alguna para ponerse en pie. Su cuerpo instintivamente amanece todas las mañanas a las 9, ya se haya acostado pronto o haya tenido actuación hasta las cuatro de la mañana.  «Hace unos días me pasó que tenía que ir a las 6.00 a grabar a Pontevedra, lo puse por si acaso porque no estaba acostumbrado a esas horas, y no me hizo falta, mi cuerpo estaba en alerta», explica el humorista coruñés. No se vayan a pensar que duerme a medio gas, presume de sueño profundo y reparador. 

MARCOS MÍGUEZ

Una vez en pie, los pasos a seguir son siempre los mismos. El café no lo perdona, ni «el momento All-bran, aunque duerma fuera o se den otras circunstancias». Y eso que hace tiempo intentó dejar lo de café y probar una temporada lo del té verde, pero no funcionó. Tiene muy bien enseñado a su cuerpo. La siguiente actividad en su agenda es opcional, 40 minutos de bici en casa, depende de cómo se encuentre. Lo que no se salta y cumple a rajatabla esté donde esté es el paseíto. Todas las mañanas sale a caminar durante hora y media porque «lo necesita». «La gente me dice: 'pero ¿no te sientas a escribir?', y yo no, a mí pasear me relaja y me inspira, la calle es como mi oficina». No siempre sigue la misma ruta. Dice que sus caminatas son erráticas y anárquicas, cada día es diferente para poder descubrir y sumergirse en Monte Alto y su bisbarra. Incluso ha llegado al Portiño, la otra punta de la ciudad, desde donde él vive. De regreso puede caer un segundo café, o quizás es el momento del té verde. Aprovecha esta parada para actualizar las redes sociales, aunque confiesa que ahora ya no tiene la adicción que tenía hace unos años. «Me estoy desenganchando». Parece que no ha parado en toda la mañana, pero son las 10.30-11 horas y ya está de vuelta en casa.

UN SUEÑO OLÍMPICO

La maratoniana nacida en Boiro Yolanda Gutiérrez ya ha arraigado en todos los puntos de Galicia. Persigue su sueño olímpico de la mano de Maeloc. Y de momento ni se plantea despertarse. A sus treinta y cuatro años, aparcó sus estudios y su empleo como trabajadora social para ganarse el billete a los Juegos de Rio. Róterdam es su próxima estación. En un breve paréntesis en Miño, YES la persigue en una rutina mañanera condicionada por el deporte y las alarmas.

PACO RODRÍGUEZ

«Hasta no hace mucho mi rutina comenzaba a las 5.45 con la alarma del móvil. Cinco minutos más tarde la del despertador, que ponía en el pasillo para obligarme a levantarme», explica. «Como mujer maratoniana, suelo tener muchos problemas de anemias, así que lo primero que hago al levantarme es tomar mis vitaminas de hierro y un kiwi», argumenta. La sucesión de alarmas continuaba con otra a las 6, la del primer entrenamiento, que acaba con las piernas en el Miño y en las termas de A Chavasqueira. Después la alarma de la ducha y las dos tostadas con café (también un par), pan gallego con aceite de oliva y mermelada. Otra alarma para salir de casa y la quinta, la de entrar a trabajar a las 7.45 horas.

Yolanda reconoce que «los sábados disfrutaba desactivando las alarmas, saliendo a desayunar fuera de casa para revisar toda la prensa escrita e ir con calma a entrenar con la luz del día». Los domingos, vuelta al madrugón para un entrenamiento largo con apenas una bebida isotónica en el estómago. El desayuno completo venía después.

En la actualidad, con Río como telón de fondo, a las 7 ya está desayunando. «Pero ahora, solo necesito que suene una alarma y ya no pongo despertadores por los pasillos», sonríe. «Al despertar lo primero que hago es encender la radio. No me gusta ver la tele y menos en períodos específicos de maratón. Me genera muchas perezas, es un come tiempos y por su culpa me cuesta más salir a entrenar, hacer las tareas poco gratas del hogar... y encima me aumenta las ganas de comida basura. Sin ella me centro más», cuenta.

La atleta gallega explica sus costumbres culinarias desde buena mañana: «Ahora me encanta el olor a café y tostadas. Antes desayunaba tan rápido que ni me daba cuenta. Mientras hago la digestión y mi cuerpo se va activando preparo la mochila para entrenar. Y ahora que las sesiones son más intensas y agotadoras he cogido la manía de dejar ya la comida preparada y la mesa lista para comer nada más regresar del entrenamiento». «Cuando no estoy en alta competición, me encanta ir al gimnasio  con compañeros aficionados a las 7.30 y después desayunar juntos. También me gusta despertarme sin alarmas con la luz del día, desayunar y  salir a correr despacio por la arena y acabar con las piernas en el mar», cuenta. Un planazo.