«Todos los días me gasto 5,40 euros en pan para los pájaros»

Elena Silveira
elena silveira CULLEREDO / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Las gaviotas y las palomas de la ría de O Burgo comen de la mano de Gonzalo López.
Las gaviotas y las palomas de la ría de O Burgo comen de la mano de Gonzalo López. elena silveira< / span>

Un coruñés da de comer a las aves de la ría de O Burgo, que se posan en su cabeza y en su regazo

17 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada mañana, de forma puntual, Gonzalo López coge su coche en A Coruña y conduce hasta el puente de O Burgo. Allí, al borde de la ría, saca una bolsa llena de pan y echa las migas al aire. Media hora le basta para dar de comer a gaviotas, palomas y gorriones. Media hora que disfruta como un niño porque, según dice, «es el único vicio que tengo».

En algún momento lo llamaron «el hombre pájaro»; un apodo que a él no le gusta, pero que le hace gracia. «¡Hombre! Ni que yo volara...». Explica que esta afición la tiene desde hace seis o siete años, cuando durante un paseo -«el médico me recomendó andar»- echó las miguitas que tenía en un bolsillo a unas gaviotas. «Y ya ves... ahora todos los días me paso tres horas cortando el pan para darles de comer». Explica que coge unas tijeras y sentado en la mesa de la cocina desmenuza tres barras de pan fresco. «Me gasto 5,40 euros diarios en pan para los pájaros. Sí, también los sábados y los domingos. Bueno, algún día que llueve o hace mucho viento me quedo en el coche a ver si amaina, y al final doy vuelta y regreso a casa».

Los pájaros conocen su coche

Gonzalo, que es exempleado de banca, dice que suele llegar a la ría a las 11.15 y, por la tarde, regresa sobre las cinco o las seis. «Y yo creo que ya conocen mi coche, porque cuando lo ven llegar empiezan a revolotear y a graznar. Y los gorriones me están esperando». De hecho, los vecinos se lo corroboran. Y ver a Gonzalo dar de comer a los pájaros es todo un espectáculo. Las gaviotas más pequeñas se le posan en la cabeza, las palomas se le suben al regazo para comer directamente de su mano y los gorriones hacen grupos piando para llamar su atención. «Ya llevo tres cazadoras. ¡Mira cómo me ponen!», dice Gonzalo señalando la pechera. «Tengo que ponerme ropa vieja porque me ponen perdido. Y ya no sé cuántas gorras llevo. Hay una gaviota que me las coge con el pico y las tira a la ría», explica riéndose. «Me pega un picotazo y se las lleva. ¡Y siempre es la misma!». Dice que una vez quiso recuperar una cuando había marea baja y se llenó de fango. «No lo vuelvo a hacer, no».

Dice Gonzalo que siempre se posiciona, más o menos, en la misma zona. Probó en varias localizaciones, pero junto al puente romano es donde más espacio hay para que las aves vuelen o se posen a su antojo. Recuerda que hace años también les daba de comer con la mano a unos gansos que había junto al colegio Portofaro de Cambre, «pero dejé de hacerlo porque me hacían sangrar las manos. Tiene muy áspero el paladar, igual que los cisnes». ¿Y qué opina la familia de su afición? «Mi hijo se lo toma de coña, pero es una afición como cualquier otra», comenta.