«Cuando llevo una temporada larga aquí, empiezo a ponerme nerviosa»

Loreto Silvoso
LORETO SILVOSO A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Esta ingeniera coruñesa, que ha vivido en Estados Unidos y México, es defensora a ultranza de la salida al exterior

03 ene 2016 . Actualizado a las 08:42 h.

«Esa canción que habéis puesto me ha hecho llorar». Decía el pasado lunes una oyente de Radio Voz en antena. «Tengo a mi hija de 20 años trabajando en Oxford desde hace cuatro meses». Sonaba el Last Christmas de Wham! a petición de los padres de otra chica, Laura, de 24 años, que no pasa tampoco este año las Navidades en casa, porque se ha ido de enfermera a Alemania. «Estamos muy orgullosos de ti, has cogido las riendas de tu vida y has salido para adelante. Te queremos muchísimo...», rezaba el mensaje de la familia de Laura. En momentos como estos, conviene escuchar el mensaje de la profesora Cristina Vázquez-Herrero, una defensora a ultranza de la salida al exterior.

-¿Hay alguna manera positiva de contemplar esta emigración forzosa?

-Es como saltar en paracaídas. Tienes un poco de miedo cuando saltas, pero la euforia es tremenda. Estar en contacto con otras culturas es una aventura fascinante y aporta mucho profesional y personalmente.

-Hasta que empiezas a echar de menos a los tuyos.

-Al principio todo es fantástico, es la luna de miel pero, después, tarde o temprano, hay una época dura, el choque cultural. Su duración es variable, pero hay estrategias para sobrellevarlo mejor.

-Si se cambia la perspectiva.

-Se puede y se debe hacer. Además, esto es adictivo. Yo, cuando llevo una temporada larga aquí, empiezo a ponerme nerviosa.

-¿No es una fuga de cerebros?

-Yo lo veo como de ida y vuelta. Tenemos que ser capaces de que vuelvan. Ya hay iniciativas en las universidades y en las empresas para promover el retorno de profesionales, de modo que su experiencia internacional revierta aquí.

-¿Cuándo se le mete a usted esto de la globalidad en la cabeza?

-Cuando en 1991, a mi marido y a mí, que somos compañeros de carrera, nos becó la Universidad de Cantabria para hacer un intercambio con la Universidad de Miami. Estuvimos un año allí y nos entró el gusanillo.

-Usted entiende el mundo como algo abarcable completamente.

-Sí, porque en el 2006 a mi marido lo destinan a Nueva York y en el 2011 a México DF. Ahí es cuando me di cuenta de que podíamos aprovechar el conocimiento de otras personas que hubiesen tenido esa experiencia antes.

-Y se le ocurrió montar el grupo de Ingenieros por el mundo.

-Sí. Me dije: «¿Y si hago un grupo en Linkedin para intentar detectar a personas que tengan un perfil profesional parecido y que estén por todo el mundo?».

-No es solo para ingenieros.

-Aquí tiene cabida cualquier profesional, no solo ingenieros: informáticos, matemáticos, economistas, periodistas, filósofos... Pero fue una iniciativa mía como vocal del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

-¿Para compartir qué datos?

-Por ejemplo, la logística del traslado. Lo primero es buscar el colegio para los niños.

-¿Esto se puede hacer con hijos?

-Sí. Nosotros tenemos tres.

-¿No acaba uno sintiéndose ni de aquí ni de allá?

-Es que yo no le veo problema a estar ocho meses cada año fuera y los cuatro restantes aquí. Además, hoy las redes sociales nos hacen omnipresentes. Así no siento tanto la distancia.

-¿Pero qué es para usted una distancia larga?

-Mi umbral de distancia larga es a partir de 11.000 kilómetros.

-Todo lo demás está aquí al lado como quien dice, ¿no?

-Sí [Risas] Todo lo demás esta aquí al lado. Si me dices Nueva Zelanda, pues sí, está lejos. El cambio horario son diez horas y eso sí que genera una incomodidad.

-Es el principal problema.

-Es un inconveniente. Cuanto mayor es, menor es la ventana de comunicación con los tuyos.

«Antes de viajar, mira qué contactos tienes y busca toda la información»

En el despacho de Cristina Vázquez-Herrero, en la Escuela de Caminos del campus de Elviña, hay un mapa del mundo con chinchetas en todos los lugares donde esta ingeniera por el mundo ha residido temporalmente: Miami, México, Nueva York, Estambul, Emiratos Árabes...

-¿Cuál es la mayor ventaja de este constante viajar?

-El desarrollo profesional, el crecimiento personal y ser capaz de aprender comportamientos de otras culturas.

-¿Y lo peor?

-Que es cansado y requiere mucha inversión de energía, pero yo siempre lo veo como una oportunidad para crecer y establecer contactos. Por ejemplo, de mi estancia en México han surgido proyectos de investigación conjuntos entre universidades mexicanas y la UDC.

-¿Cuál es el primer paso antes de lanzarse al exterior?

-Ver qué contactos tienes en el país a donde te vas a ir. Explora toda la información que puedas.

-O meterse en su grupo de Linkedin, Ingenieros por el Mundo.

-Y abrir un debate: «Soy fulanito, me voy a tal país, quién me puede ayudar». Te pueden contestar por privado o en público.

-¿Y una vez llegas?

-Yo empleo una estrategia, la regla de los cien días. Primero tienes que callar, sonreír y sumergirte en la cultura para tratar de captar el código, la forma en que se comunican los ciudadanos de ese país. Al cabo de esos cien días, ya meterás menos la pata.

-¿Alguna herramienta clave?

-Es muy útil la aplicación Culture GPS. Te permite conocerte más a ti mismo y a la cultura del país al que vas. A los estudiantes les damos clases sobre interculturalidad, una práctica habitual en multinacionales. Les iniciamos en la teoría de las dimensiones culturales de G. Hofstede.