Pop total para oídos agradecidos

Javier Becerra
JaVIER BECERRA A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

Tres cosas quedaron claras el pasado viernes en la sala Finisterrae de A Coruña. Una: Xoel es cada vez menos Deluxe y más Xoel López

06 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tres cosas quedaron claras el pasado viernes. Una: Xoel es cada vez menos Deluxe y más Xoel López. Apenas rescató un par de temas de la anterior etapa, entregándose a la defensa de su presente. Dos: las canciones de Atlántico (2012) suenan ya a clásico, certificando que se trata quizá del gran disco de pop en castellano de esta década. Cuando un tema como Tierra se corea con ese tono -el de sentirlo- se ha entrado ya en la eternidad. Y tres: Paramales (2015) posee el suficiente dinamismo y sentido de lo lúdico como para que en escena termine divirtiendo y sorprendiendo por igual.

Con las pinceladas antedichas resulta fácil adivinar que la sala Finisterrae acogió una gran fiesta. Pop total. Los que no aprobaron el renacer transoceánico del Xoel que fue a buscar las Américas, esta vez, ya se quedaron en casa. Nada de lamentos porque no tocase Que no, ni nostalgias brit-poperas. Al contrario, todos secundaron al artista en un viaje que empezó solemne con Patagonia. Pero que se desmelenó a los pocos minutos con Hombre de ninguna parte.

Sí, a lomos de la bossa-nova imposible del polvo plateado y el bienestar contagioso, Xoel López emprendió un estimulado camino, pie aquí, pie allá, por los dos discos a su nombre. Un recorrido con desvíos emotivos como ese Almas del norte en clave synth-pop. También con los sobresaltos de electricidad desbordada de Un año más. O viajando a ese Saturno musical de A serea e o mariñeiro.

Todo para marcarse con la armónica el himno gallego, hacer las citadas visitas al cancionero de Deluxe con el suspiro colectivo de fondo y enfilar la última parte con un Asaltante de estaciones, que obtuvo el contrapunto en La casa hace ruido. Interpretada a escasos milímetros de los labios de su mujer, Lola García, fundió a la sala en un deseo: el de un apasionado beso a lo Nick Cave y PJ Harvey. Quizá ahí se pueda encontrar la clave de por qué ha cambiado tanto Xoel en el último lustro, dejando dos álbumes soberbios y directos tan bonitos como este. ¡Que siga la racha!