Explosión de la fortaleza y torre de la pólvora

La Voz

A CORUÑA CIUDAD

La fortaleza estuvo donde está hoy el jardín de San Carlos. <span lang= es-es >foto</span><span lang= es-es > quian</span>
La fortaleza estuvo donde está hoy el jardín de San Carlos. foto quian

Nada quedó en pie en 1658 y hoy en su lugar se levanta el jardín de San Carlos

31 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Ese día, el 3 de abril de 1658, entre las 4 y 5 de la tarde, Domingo de Castro y Varela estaba, por desgracia, en la fortaleza vieja de A Coruña. Avecindado en las casas pegadas a la Puerta Real, era mayordomo de artillería y municiones y tenía a su cargo llevar la cuenta de las armas y pólvora que había en la plaza coruñesa. Le acompañaban el veedor Antonio de Lema, el contador Gabriel González, el regidor Juan Martínez y varios obreros canteros.

La fortaleza era vieja, pero aún señoreaba sobre el puerto y la playa del Parrote. Nadie recordaba cuando había sido construida y hoy tampoco lo sabemos: unos dicen que se inició en la época del rey Alfonso IX, a partir de 1208 con la repoblación del lugar, otros que es del siglo XIV. No tenemos de ello constancia ni documental, ni arqueológica. Sea lo que sea, en 1386, durante el desembarco del duque de Lancaster, ya estaba en pie, sufriendo diversas modificaciones y reformas con el paso del tiempo. La fortaleza «era de muy buena fábrica de cantería, de gruesas paredes de sillares labrados», con muros de 14 pies de ancho en los que se distribuían seis torres o cubos casi circulares; en su interior había un patio y en el centro una torre cuadrangular, «muy grande y muy alta», de dos pisos, que llamaban del homenaje. Los avances en la potencia de fuego de la artillería hicieron que fuese inútil para la defensa de la ciudad; por eso a finales del siglo XVI la torre del homenaje se transformó en almacén de pólvora y municiones.

En ese año de 1658 el maestre de campo, ayudante del Capitán General de Galicia, Pedro Martínez mandó abrir una nueva puerta a ras de suelo en la torre o almacén de pólvora, pues la que había dificultaba su carga y descarga. Las obras habían comenzado el 26 de marzo, previa retirada de los barriles y cajones de pólvora que había en el piso bajo de dicha torre, aunque temerariamente dejaron los que estaban guardados en la cámara superior. Ahora, ese 3 de abril, iban a comprobar lo realizado. Entraron en la torre y se descuidaron. Al poco rato un gran trueno estremeció a la ciudad causando «terror y espanto» y haciendo creer a muchos que había llegado el día del juicio final. Disipados los temores, vecinos y autoridades comprobaron que la fortaleza había desaparecido.

La violencia de la explosión arrancó de cuajo sus sillares, arrasó sus muros y torres y arrojó al aire gran multitud de sus piedras que cayeron por todos los alrededores.

Las casas de las calles adyacentes, el convento de San Francisco, las ermitas y hospitales cercanos al lugar quedaron gravemente dañados y murieron entre 100 y 200 personas. Todos los que estaban dentro de la fortaleza salieron despedazados y no se encontraron sus cuerpos.

A Domingo de Castro y Varela lo reconocieron por el jubón que llevaba una de sus piernas que descubrieron en las rocas que había entre el Parrote y el castillo de San Antón. Su familia la enterró con todos los honores en la iglesia de Santiago. Así consta en los archivos coruñeses.

A Domingo de Castro lo reconocieron por el jubón que llevaba una de sus piernas