Después de cinco lustros de periodista, ayer vi una de esas escenas que parecen imposibles: un político que asume las consecuencias de una debacle electoral y se va entre los elogios unánimes de compañeros y adversarios. Xosé Manuel Carril es el protagonista. Llegó para enterrar los restos del tellismo y reponer el control de la UPG. Sufrió las consecuencias de la escisión de Anova, pero se mantuvo fiel a sus principios. Renunció a la dedicación exclusiva que le ofrecía su cargo para dividirla entre una compañera concejala y un asesor, con el que garantizar el funcionamiento del grupo nacionalista. Siguió dando clases en la Universidade da Coruña y demostró que en política también se puede ser coherente y leal, dar una palabra y cumplir los compromisos. Su adiós lo lamentaron todos los partidos. Seguro que hasta la Marea lo echará de menos. Ojalá sea un hasta luego. Mientras tanto, saúde, terra e mar a una buena persona, Xosé Manuel.