Un final disparatado

Manuel Blanco

A CORUÑA CIUDAD

31 dic 2013 . Actualizado a las 06:58 h.

No sé usted, pero yo no entiendo nada. El urbanismo galaico se ha convertido en algo así como nuestro particular bosón de Higgs, una materia inaccesible para el común de los mortales, así le pongas al asunto un empeño inhumano. Y lo digo, claro, porque asistir al cierre del Culler de Pau en el mismo país que cuenta por cientos los rochos en primera línea de playa y que levanta edificios ilegales casi que en cada esquina resulta, cuando menos, asombroso. No dudo de que el restaurante haya cometido la infracción que se le atribuye, y por tanto ha de poner todos los medios disponibles para ponerle remedio, pero esa irregularidad es anecdótica, una minucia, si se compara con las que arrastran inmuebles mastodónticos declarados formalmente ilegales en A Coruña, Vigo o Santiago, por citar algunos de los incontables ejemplos que salpican nuestra geografía. Edificios en los que por cierto la vida sigue como si tal cosa, ajenos a sus sentencias condenatorias. Es por eso, por el agravio que representa el enfrentar unos casos a otros, por lo que el desenlace de esta historia supone un disparate, un enredo más para engordar el carácter insondable del urbanismo que nos ha tocado sufrir. Es probable que el gobierno local grovense no haya tenido más remedio que tomar esta decisión para sortear responsabilidades procesales de mayor enjundia, pero en el fondo esa decisión, la de ordenar el precinto, es la expresión de un fracaso. O Grove debe recuperar el Culler por lo que simboliza. Debe encontrar pronto la vía para mantener una empresa que aglutina todo lo bueno que se puede encontrar en tierras mecas: ingenio, calidad, visión de futuro, proyección... Ojalá sea así.