El detective Napoleón: «Tengo un ejército de ángeles de la guarda»

Alfonso Andrade Lago
a. lago REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Juan María Santos Gayoso, el decano de los investigadores gallegos, se retira

03 jul 2016 . Actualizado a las 13:07 h.

Cinco en punto de la madrugada. Aferrado a las tuberías de la fachada en el patio de luces del hotel Riazor, de A Coruña, el detective Juan María Santos Gayoso, Napoleón, intenta colocar un micrófono junto a una ventana del quinto piso. Bajo sus pies, el vacío. Todo va bien hasta que a un huésped, más arriba, se le ocurre ducharse. Las tuberías se ponen al rojo y Napoleón contiene el alarido. «¿Qué te ocurre?», le pregunta su ayudante... Silencio sepulcral. «Un calor impresionante me abrasaba los brazos», recuerda hoy con una sonrisa el decano de los investigadores privados gallegos, que deja la profesión después de 42 años como sabueso, pero no sus recuerdos. Con ellos prepara un libro que será además un compendio de vicios y corruptelas, porque «hay mucha porquería bajo la alfombra».

-Qué final más triste habría sido ese de descolgarse de la tubería.

-Tengo un ejército de ángeles de la guarda. Intentaba grabar la conversación de una pareja que en realidad no lo era. Se me quemaron los brazos, pero aquí sigo. Y la verdad, ¡a quién se le ocurre ducharse a las cinco de la mañana!

-¿Y si alguien hubiese abierto la ventana?

-Pues ¡qué se yo! Tendría que decirle que estaba esperando el bus [se ríe].

-¿Cómo decidió enrolarse en las filas de Sherlock Holmes?

-Por curiosidad. En 1971 vi un anuncio en un periódico sobre una agencia de Madrid y me intrigó. Fui a informarme aquí, a comisaría, y casi me meten para dentro. Pero insistí, y en 1971 pagué la cuota de la Asociación Nacional de Detectives y me dieron el carné. Éramos 135 en toda España.

-¿Recuerda algún caso especial?

-Una mutua nos pidió que investigásemos a un individuo que estaba en silla de ruedas e iba a cobrar una indemnización millonaria. No había nada raro. Entraba y salía de su casa en la silla y se desplazaba en furgoneta. Pero le perdió su pasión. Un día lo seguimos hasta la playa de Razo y, cuando pensó que estaba solo, se puso de pie, se enfundó un traje de surf, cogió la tabla... y al agua. Fue una de las películas más encantadoras que he grabado. Hay muchos fraudes parecidos.

-Pues cuente, cuente.

-A otro lo pillamos jugando al fútbol, de portero. Le dijimos que éramos periodistas y que le haríamos un reportaje. Lo achicharramos a fotos. Y a otro nos lo encontramos en el puerto descargando hielo para llevarse un sobresueldo. Llevaba la camiseta de su empresa.

-¿Dará más detalles en su libro?

-Pero sin nombres. Ya me han advertido que a ver qué cuento, que ande con cuidado. Hay mucha porquería bajo la alfombra. J