La memoria colectiva conserva el recuerdo de valientes muertos en el mar
13 feb 2012 . Actualizado a las 13:03 h.La historia, como la marea, va y viene. Y se repite. El pasado día 27, el Atlántico venció al arrojo de tres hombres que no dudaron en desafiar su furia por salvar al joven Tomas Velicky. Javier López, Rodrigo Maseda y José Antonio Villamor se dejaron, con él, la vida en ello. Son los últimos tres héroes que se llevó un Orzán lleno de valientes y generosos. A algunos, la historia les ha hecho un hueco en la memoria colectiva. Son otros que corrieron la misma fatal suerte de los tres policías, a quienes la ciudad les rindió el pequeño homenaje a una gran hazaña. Para no quedar en el olvido.
El más conocido es el niño héroe Juanito Darriba, vivo en el callejero coruñés más de un siglo después de que, con apenas 11 años, muriese ahogado por tratar de sacar de la cala del Caramanchón, junto a la coraza, a una mujer en apuros. El 9 de agosto de 1896, Josefa Fernández, de 30 años, una mindoniense que trabajaba en la ciudad, decide bañarse de buena hora, pasadas las seis de la mañana. El mar la arrastra y pide auxilio. Juanito, que iba con su hermano pequeño a la panadería de sus abuelos, tampoco lo dudó y se echó al agua. La mujer, en mar picado, se aferró al crío y acabó hundiéndolo. Otro hombre nadó desde la orilla y logró sacarlos. Ella viva. El niño, inconsciente. El doctor Pardo certificó su muerte poco después.
El suceso conmocionó a la ciudad y dos días después desde La Voz se reclamó un reconocimiento. Al día siguiente, el Ayuntamiento aprobó entregar a la familia «del infortunado niño» 250 pesetas de las de entonces y conceder «a perpetuidad» la sepultura donde fue enterrado en San Amaro y una lápida que recordase su «valeroso esfuerzo». La tumba sigue en el cementerio municipal, al cuidado durante mucho tiempo de un jubilado, Antonio Ocampo, que fue quien logró que se repusiese la lápida desgastada, en la que ya no se podía leer la gesta de una valentía prematura, y también quien reclamó un lugar en el callejero para el niño héroe. Lo tiene, desde el año 2001, en el Birloque.
Apenas había pasado un año, el mismo Orzán se tragó a dos personas y solo devolvió el cuerpo de una. Con el otro, las olas forjaron un nuevo héroe. Fue el 25 de agosto del 1897 y Francisco Alcaraz -lo pone en su tumba de San Amaro-, perdió su vida por salvar la de tres mujeres en la playa. Ese día, como el pasado 27, también madrugó la desgracia. Eran las siete de la mañana y tres jóvenes decidieron bañarse frente al Eusebio da Guarda. Varios obreros trabajaban en las obras de las escuelas y acudieron a los gritos de auxilio. Ricardo Tomé Laurel y José Tojo Pillado lograron traer de vuelta a dos de ellas. El tercero, Alcaraz, se descolgó por una ventana para no perder tiempo, se quitó la ropa y se introdujo en el mar en busca de Ramona Ferreiro, de 33 años y natural de Castroverde. Ambos desaparecieron entre las olas. Dos días después, el mar devolvió el cuerpo de Ramona en el mismo lugar donde se había ahogado, y el 1 de septiembre el Ayuntamiento decidió trasladar los restos de Alcaraz «con solemnidad en cuanto aparezcan» a San Amaro, además de depositar 1.000 pesetas para la familia. Tenía 31 años y dejaba una hija. El mismo mar que lo engulló devolvió su cuerpo a los nueve días del suceso, y fue enterrado el 4 de septiembre entre grandes honores.