-La cabeza nunca descansa...
-No, pero no estoy necesariamente pensando en canciones. Cuando tengo una entre manos, entonces sí. Esos ratos que estoy sin hacer nada le doy vueltas.
-Además de la parroquia fiel, ¿nota que se incorporan nuevos seguidores?
-¡Afortunadamente! En el público influye mucho el precio de la entrada. En Madrid actúo un día al mes en el Galileo y viene gente de veinte a treinta años, pocos de mi quinta.
[De repente, en las puertas del Auditorio de Galicia, interrumpen bruscamente la entrevista unas simpáticas mujeres que le dicen: «¡Somos de la Sénior de Coruña ¿Le importaría que nos hiciéramos una foto con usted?». Krahe encoge los hombros, asiente y se deja retratar. Luego, una le espeta: «¡A ver cuándo expone en Coruña!».
-¿También pinta? Vaya, no lo sabía...
-¿Pintar? Poco. Me habrán confundido con otro. [Concluimos que con Luis Eduardo Aute. Nos tronchamos].
-¿Le agobia la gente?
-No, pero ya ves cómo me tengo que tomar esto. Una me dice que es una admiradora y luego que cuándo expongo. Lo extraño es que salgo muy poco en televisión, me extraña que esta gente me reconozca.
-¿Ha pensado en la retirada?
-No. Me gusta mucho irme de casa y me gusta mucho volver. Un día a la semana, por lo menos, me voy a algún lado. En julio, agosto y septiembre no trabajo. Si eso es trabajar...
-¿Resucitará La Mandrágora?
-No.